Soria

Viernes, 02 Septiembre 2022 21:05

El tiempo parece haberse detenido en Soria. Soria es el sosiego, la tranquilidad y el aroma de esa Castilla profunda y solitaria, casi melancólica, que recordamos: Una tierra despojada de sus mejores laureles, en la que nuestra historia se ha recreado con unas gestas únicas. Pasear por sus calles y encontrarse a Machado aún vivo, sentado en una silla frente al instituto que lleva su nombre, donde enseñó francés, transformado por la magia de la modernidad en bronce palpitante, o tomarse un café en la calle El Collado con Gerardo Diego, mientras hablamos del Duero, que no es el río que él contempló, porque por su ribera pasan cada día aguas nuevas, aguas diferentes a las del día anterior, que ensanchan sus pulmones, y cuya realidad cotidiana es anómala, desigual y a veces absurda, como absurdo es nuestro deambular por un mundo que no nos merecemos; pasear por sus calles, como digo, es algo único.

La tristeza, a menudo, embarga mis pupilas, y pienso en Machado, en Diego, en Bécquer. Su mundo era diferente, más austero, más riguroso, más áspero. Ahora tenemos a nuestro alcance cualquier cosa que deseemos, podemos hablar con suficiente libertad de cualquier tema que se nos antoje, podemos opinar sin que nadie controle nuestros actos o reprima nuestras palabras y nuestro semblante, y sin embargo… Sin embargo no sé qué tiempo es mejor. Nunca he añorado nada del pasado. Nunca ha palpitado en mi interior la nostalgia. ¿Nunca?

La austeridad castellana no es algo propio de nuestro mundo de algarabías y alborotos, aunque se refleje a veces en la tranquilidad y en el sosiego del tiempo interrumpido, inmóvil, quizá embargado. Pero la naturaleza fluye exuberante, como siempre, y el camino que conduce a la Laguna negra —por ejemplo— no puede ser más pródigo, más generoso o más fecundo. La vegetación inhala por sus pulmones laminares el frescor de una montaña que se nos antoja invadida por la contaminación humana, pero se ensancha, se puebla y se repuebla, mientras los lugareños respetan su estructura y sus ciclos.

Nada ni nadie puede destruir lo que la naturaleza tiene programado desde el principio de los siglos, cuando los dioses sólo se preocupaban del medio ambiente, de las plantas, de los animales, de las cosechas, y de esa especie que acababa de surgir, que andaba a dos pies y que en un futuro dominaría al resto de las especies. Aquellos dioses eran más cercanos, menos etéreos, y no castigaban a nadie con las penas del infierno, ni buscaban la inmaterialidad del alma para acorralarla, mientras sus ministros escondían sus miserias y disfrutaban de los beneficios de sus súbditos.

En Soria parece haberse detenido el tiempo. Calatañazor es ahora una población de sólo cuarenta y nueve habitantes, pero acumula en su interior la magnitud extrema de una historia que nos recuerda que Almanzor perdió aquí su última batalla (un busto del militar andalusí en la calle Real nos lo recuerda), y desde la inmensa atalaya de un castillo reconstruido, se pueden divisar todas las tierras que circundan a la población y que coordinaron, en un pasado fructífero y generoso, el sustento de sus habitantes. Quizá la Edad Media siga instalada entre los poros de su piel, mientras desde esa atalaya observamos cómo el progreso no ha llegado todavía a las paredes de las viviendas que conforman la estructura de la población.

El Burgo de Osma no es menos prolífico que la propia Soria. Sólo con entrar y descubrir su inmensa catedral, se ve la gloria de un pasado halagüeño, que en la actualidad se ve reducida a poco más de lo que el turismo de la zona le hace albergar; porque hay tanto que descubrir en estas tierras olvidadas por el tiempo, austeras y despobladas, que nuestra historia no habría sido igual de no haber existido la magnitud, la importancia y la grandeza de esta parte de Castilla, a veces olvidada y menospreciada, por cuyas venas corre el verdor de frondosos pinares de los que surgen cada año toda clase de setas y hongos, y donde nace, de una forma sobria, el Duero, ese río inmenso que Gerardo Diego nos definió de una forma tan hermosa y sublime.


Si le ha interesado esta información, puede unirse a nuestro canal de Telegram y recibirá todas las noticias que publicamos para el Camp de Morvedre. Síganos en https://t.me/eleco1986

Lo último de José Manuel Pedrós García

Más en esta categoría: « Fe y ciencia El valor de las cosas »

 

 

SUCESOS

SALUD