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José Manuel Pedrós García

El lenguaje

Viernes, 29 Julio 2022 21:06

Hay algunas cosas que siempre son polémicas, que pueden fomentar el desacuerdo (y los desencuentros), y que, en determinadas ocasiones pueden, incluso, romper amistades, sobre todo cuando los argumentos de unos o de otros no son admitidos o no son respetados como algo diferente.

Todos somos diferentes, los matices de cada uno son distintos, y aunque tengamos una ideología idéntica, o similar, después hay ciertas cuestiones que nos separan. Sin embargo, eso no es motivo para que cada uno defendamos lo nuestro, con mayor o menor énfasis, y el debate no se vuelva altercado o discusión. Y es que hay algunas personas que se acaloran (o nos acaloramos), pensando que esa es la mejor manera de defender sus (o nuestras) hipótesis, cuando hay un dicho, o un refrán —y los refranes son la sabiduría popular—, que dice algo similar a que cuando alguien no tiene razón en algo, intenta tenerla a través de la agresividad o alzando la voz, como si el decir las cosas gritando le confiriera a algo mayor certeza.

Afortunadamente, en la actualidad, la mayoría somos bastante educados —o eso quiero creer—, y ya no discutimos a gritos para imponer nuestra voluntad o nuestras opiniones, sin embargo, nuestro rostro refleja, incluso desde el silencio, esos puntos en los que nuestro desacuerdo se manifiesta, y de eso saben mucho los psicólogos que se dedican a estudiar el lenguaje no verbal.

El lenguaje puede ser un arma de doble filo, y si muchas mujeres (incluso algunos hombres) se sienten ofendidas (lo cual tiene cierta lógica) por el lenguaje que la RAE utiliza y recomienda, creo que no hay que ser extremistas y deberíamos guardar un equilibrio entre la economía del lenguaje y el lenguaje inclusivo, porque el respeto y la tolerancia no están reñidas con el lenguaje no inclusivo, es más, pueden ir de la mano en ciertos momentos, aunque está bien que no tomemos al pie de la letra lo que dice la RAE sobre el uso genérico del masculino gramatical: «mecanismo firmemente asentado en la lengua y que no supone discriminación sexista alguna», porque, en efecto, no debería suponer ningún tipo de discriminación sexista, sin embargo, en determinados casos, sí que supone.

Es difícil cambiar ciertos hábitos de la noche a la mañana, y aunque algunas cosas se pueden cambiar de una forma tajante, otras no es tan fácil, y hemos de ir introduciéndolas en nuestra sociedad y en nuestra vida de una forma paulatina. Estos son algunos ejemplos que he visto, curioseando por ahí, de lo que podríamos hacer para realizar un lenguaje más inclusivo:

- Evitar mostrar a las mujeres como apéndice de los hombres. En lugar de decir: «los migrantes y sus familias», utilizar «la población migrante».
- No equiparar a la mujer con la infancia. En lugar de decir: «fallecieron 10 personas, entre ellas 3 mujeres y 2 niños», utilizar «fallecieron 10 personas: 5 hombres, 3 mujeres y 2 niños».
- Simetría en el tratamiento. Preguntarse si es una cualidad relevante en su contexto y utilizar la misma construcción para un hombre que para una mujer. No hacer referencia al físico o a la condición sentimental de una mujer, si no lo haces igualmente con un hombre.
- Desmontar estereotipos. «Las mujeres de la limpieza», por «el personal de limpieza».
- Usar sustantivos genéricos. «Es un gran logro para el hombre» por «es un gran logro para la humanidad».
- Utilizar pronombres neutros. «Al interesado» por «a quien le pueda interesar».
- Sustituir ser por estar. «Estamos comprometidos con este proyecto» por «tenemos un compromiso con este proyecto».
- Eliminar artículos y/o pronombres. «Si envías un mensaje a alguien, él puede verlo» por «si envías un mensaje a alguien, puede verlo».

Podríamos poner más ejemplos, pero sería un artículo demasiado extenso, y al final creo que, como ya he comentado, lo significativo es siempre la tolerancia y el respeto. Las palabras son importantes, pero a veces disfrazan u ocultan la verdadera realidad o los verdaderos sentimientos, de la misma manera que podemos utilizar un lenguaje concreto para subrayar alguna cuestión y estar pensando lo contrario de lo que decimos. Sin embargo está bien que vayamos modificando poco a poco ciertos aspectos de nuestro lenguaje, porque la RAE, al final, va introduciendo los modos o las formas en las que la población se expresa, y lo importante es siempre la población y no lo que piense un organismo oficial que, aunque esté para incorporar las normas de cómo se debe hablar, y pueda adoptar ciertos mecanismos académicos para ello, sepa también adaptarse a las circunstancias del momento.


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