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Miguel Álvarez Lozano

Espectadores

Viernes, 22 Julio 2022 21:06

Al pasar por un camino o carretera, al contemplar un ganado, ovejas, vacas, en la ladera de una montaña, suelo tener la sensación de adivinar en sus tristes miradas un profundo aburrimiento, una mirada desinteresada, una actitud que viene a decirnos ─ El pastor sabrá qué es lo que hacemos aquí y cuál será el próximo movimiento. A mí que no me pregunten.

Es el mismo tipo de mirada que, desde no hace tantos años, observo en personas con las que suelo tratar. Yo intento no engañarme, esta opinión se basa en las personas con las que me relaciono, de mi mismo pelaje, de clase obrera o clase media baja, por supuesto, nada que ver con la actitud y modos de la clase media alta, ni a los de los que son ricos o están subiéndose a la cresta de la ola. Solamente hablo de los míos, de los que nos vemos por todas partes porque somos la gran mayoría, aquella que algunos llaman silenciosa y otros silenciada.

Últimamente parece que nos hallamos convertido en meros espectadores de nuestras vidas y nuestro destino, de forma muy similar al ganado al que antes hacía referencia. Nunca he podido comprender cómo grupos numerosos de personas se dejan llevar mansamente hasta el paredón o hasta los hornos crematorios, exactamente igual que un rebaño al matadero, sin dar una mínima sensación de resistencia. Las ovejas no saben para qué sirve el matadero, pero el rebaño humano sí lo sabe; no parece lógico este comportamiento entreguista o resignado cuando se conoce el destino final. ¿Se imaginan los problemas de un pastor si pretendiese introducir una reata de ganado en un cercado ocupado por lobos?

Volviendo al tema inicial, me reafirmo en que nos han sabido convertir en contemplativos espectadores de la vida y de lo que nos acontece, con el idéntico mimetismo mental de los borregos y con la inefable pasividad de las vacas.

Cada día más, frecuentemente, me encuentro con personas o grupos de personas que cuando encuentran una dificultad frente al patrón o frente a un simple funcionario (no digamos nada si se trata de un policía o un militar) agachan inmediatamente la cabeza y no es que no ofrezcan resistencia: ¡es que hacen verdaderos esfuerzos para no denotar frente a “sus superiores” sentirse soliviantados! Bienaventurados los pobres de espíritu…

Estos, los que ya no defienden sus derechos, suelen comportarse como si fuesen gente bregada, como si estuviesen de vueltas de todo, que luchar o pelear no sirve para nada, que reclamar es perder el tiempo, etc… pero, sin embargo, no tienen el menor reparo en poner el cazo cuando se reparte alguna cosa conseguida por otros… que ¡sí! han reclamado o luchado. Y me maravilla ver cómo, al día siguiente, vuelven a su discurso derrotista.


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