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José Manuel Pedrós García

Nacionalismo

Viernes, 22 Julio 2022 21:05

He leído un artículo escrito por una persona que se autodenomina «emigrante jubilado», que haciendo alusión al poema El niño yuntero de Miguel Hernández, ataca al nacionalismo. Y dice textualmente: «Estoy escuchando a Serrat cantando la grandiosa poesía de Miguel Hernández, "El niño yuntero", y me he preguntado si ese niño también sería nacionalista. ¿Sería nacionalista de un país donde se nace "como carne de yugo, más humillado que bello, de una tierra descontenta, entre estiércol puro y vivo", y "a fuerza de golpes", que "empieza a vivir y empieza a morir, y que levanta la corteza de su madre con la yunta"? ¿Sería nacionalista este niño que, "no sabe contar sus años", pero sabe que "el sudor es una corona grave para el labrador", que "cada día es más raíz y escucha la voz de la sepultura", y "despedaza un pan reñido"? ¿Sería nacionalista ese "niño hambriento", que tanto le dolía a Miguel Hernández, él, que había sido pastor desde niño, y tan bien conocía las penurias? ¿Sería nacionalista ese niño que era "carne de yugo"? No, yo creo que no sería nacionalista. No creo que ese u otros niños como él puedan amar a esa tierra descontenta, a ese país o a esa nación que, en vez de ofrecerles educación y cultura, sanidad e igualdad de oportunidades y una vida digna, solo les ofrece sangre, sudor y lágrimas y sentir la vida como una guerra, para, al final, ser carne de yugo. Y sin embargo existe el maldito nacionalismo: Ese sentimiento que oscurece el entendimiento y que, junto a las religiones, más guerras y conflictos ha desatado en la historia de la humanidad. Yo mismo he de reconocer que en su tiempo tuve también ese ramalazo nacionalista. El pueblo donde nací fue para mí "la millor terreta del món", a fuerza de escucharlo. ¿La mejor tierra del mundo?, ¿para quién?».

No voy a discutir que una parte de razón este señor pueda tener, sobre todo en algunos puntos concretos de los que habla. Tampoco voy a criticar sus sentimientos, porque me imagino que el tener que emigrar a Francia o a Alemania (como parece ser su caso) le haya producido una desazón hacia su propia tierra. Sin embargo hay mucha gente que ha nacido en un determinado país, o en una determinada comunidad, y no han tenido que huir para labrarse una vida digna, y luchan por su tierra, y por permanecer en ella, y desean lo mejor para sus congéneres, y no quieren que nadie les arrebate lo que es suyo y lo que con tanto sudor han conseguido. Y todo esto no es despreciable sino admirable.

Está claro que las oportunidades no son para todos las mismas, aunque deberían serlo, pero el mundo ya sabemos que es injusto, y en función de donde hayamos nacido y en qué familia lo hayamos hecho, para que nuestra vida tome un rumbo u otro totalmente opuesto. Tampoco la vida hace noventa años, en la época de Miguel Hernández —al que siempre admiré—, se puede comparar con la vida en la actualidad, aunque ahora también emigran muchos jóvenes; pero, aunque lo hagan buscando una vida más digna, lo hacen en una situación y en unas condiciones diferentes por completo a las que las hacían nuestros padres o nuestros abuelos en los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Porque entonces iban a ocupar los puestos laborales más bajos, los que no querían los franceses o los alemanes, y en la actualidad los que emigran son jóvenes cualificados, con una formación específica y alta, que aquí no encuentran respuesta a sus necesidades laborales.

Pero volviendo al tema nacionalista, creo que no podemos denostar lo propio de una manera avasalladora, para después abrazar aquella tierra que nos ha dado cobijo y trabajo, como si fuera el paraíso, porque a nadie de los emigrantes le han abierto las puestas de sus palacios y le han dado una vida de reyes (salvo la excepción del emérito). Han ido a trabajar, y a trabajar muy duro, y en el extranjero no atan a los perros con longanizas. Si después vuelven aquí, cuando están jubilados, es porque en el fondo añoran la tierra que les vio nacer, y eso, aunque lo critiquen, o aunque no lo admitan, es un sentimiento nacionalista.


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