Las vidas que importan y las vidas que no

Viernes, 01 Julio 2022 21:07

No puedo con la hipocresía de las personas conservadoras. Saltan de alegría porque la Corte Suprema de Estados Unidos ha revocado la protección constitucional al derecho al aborto y quieren para España y sus mujeres la misma suerte. Pero lo cierto es que solo les importan los infantes no nacidos, los que ya están en este mundo les traen sin cuidado. La tasa de pobreza infantil en España se mantiene por encima del 30%, según datos de Eurostat, y la solución a la existencia de infancia que vive en la pobreza se soluciona con políticas públicas financiadas gracias a la redistribución de la riqueza, precisamente, lo que los conservadores no quieren en nombre de la libertad, libertad que después niegan a las mujeres para decidir sobre su cuerpo y autonomía reproductiva. Y es que para quienes niegan el aborto, tampoco importan las vidas de las mujeres que en contextos en los que la interrupción voluntaria del embarazo está prohibida quedan relegadas a la clandestinidad. La OMS estima que en todo el mundo se producen al año 25 millones de abortos inseguros, muchos de ellos acaban en muerte o en daños irreparables. El aborto clandestino es la tercera causa más habitual de muerte materna del mundo, pero esas vidas no importan.

Tampoco importan las vidas de las decenas de migrantes que la semana pasada murieron en la frontera entre Melilla y Nador. Las comparaciones son odiosas, pero es terrible ver el noble y necesario auxilio que estamos brindando a las personas refugiadas ucranianas y al mismo tiempo, un miserable e inaceptable trato a las personas refugiadas del sur global, que también huyen de guerras como la de Sudán del Sur o de las hambrunas repartidas por el continente africano. ¿Por qué unas vidas importan más que otras? De piel blanca o de piel negra, el derecho al asilo es un derecho fundamental recogido en la Convención Internacional de Ginebra y en la Constitución Española. Las 37 personas migrantes muertas en la valla de Melilla no tuvieron la oportunidad de pedir refugio, huyeron de una muerte para encontrarse con otra, la represión de la Gendarmería marroquí, que muy convenientemente ahora hace el trabajo sucio al Gobierno de España después de que este haya modificado su postura sobre el Sáhara para acercarse a la del gobierno de Rabat.

En la tragedia de El Tarajal de 2014, 15 personas murieron ahogadas cuando intentaban llegar a la costa de Ceuta mientras la Policía española disparaba desde la playa pelotas de goma y botes de humo. Por aquello nadie ha asumido responsabilidades, pero sí que supuso un coste de imagen para el gobierno de la época, el de Mariano Rajoy, y para la Guardia Civil, algo que claramente no quieren repetir. La solución es la externalización de las fronteras. Una política implementada a nivel europeo que solo ha traído violencia, muerte y una violación sistemática de los Derechos Humanos. Terceros países actúan como sicarios para Europa, deshaciéndose de los migrantes que entienden como un problema. Hoy Marruecos es ese portero de discoteca que no dudará en partir cabezas para que nadie entre al selecto club de Europa, una fiesta de prosperidad exclusivamente reservada a personas blancas.

Dicen que son mafias, ven mafias en una gente que está huyendo por salvar sus vidas. Dicen que son mafias porque eso suena a algo muy difícil de solucionar. Son mafias lejanas, una masa inconcreta, abstracta, compleja. Esta es una forma de apuntalar el discurso de la extrema derecha que quiere escampar un terror infundado hacia las personas migrantes, fomentando el racismo y el odio hacia ellas. Mafias son los mercados que especulan con los recursos naturales y nos empobrecen cada día, no las personas que se juegan la vida cruzando mares o saltando vallas en busca de un futuro.

Cuando vi al presidente del gobierno Pedro Sánchez en la televisión alabando el trabajo de la Gendarmería marroquí, simplemente no me lo podía creer. ¿Un ‘caso bien resuelto’ es el que acaba con 37 personas muertas, muchas de ellas agonizando durante horas? Solamente se puede decir algo así desde el profundo sentimiento de que esas vidas no valen nada, que cada migrante intenta cruzar la valla es un problema a eliminar. Me acordé de aquel famoso poema de Eduardo Galeano que habla de los nadies: ‘​​los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata’.


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