Cuando la pandemia, salíamos a aplaudir a los sanitarios desde nuestras terrazas y balcones. Los ciudadanos de buena fe lo hacíamos creyendo y confiando que estábamos cumpliendo con el rol que nos correspondía, al igual que los sacrificados sanitarios cumplían con el suyo. Esto, en líneas generales, era así.

Todos éramos conscientes de que la pandemia estaba poniendo al descubierto palpablemente las deficiencias de nuestro sistema sanitario público, bastante menos capaz de cumplir sus obligaciones de lo que nos pensábamos. También se estaba poniendo al descubierto que la Sanidad Privada era más insolidaria de lo que podía suponerse: estuvo dos años desaparecida (salvo para poner el cazo)

Mientras esta andaba a lo suyo, a su negocio, distintas ONGs se dedicaron, sin apenas medios, a corregir los negativos efectos que la pandemia causaba entre las clases más desfavorecidas. Los políticos y tertulianos que tanto alaban las bondades de las sociedades privadas frente a las públicas, no se acordaban de ellas, hicieron cero llamamientos durante esta crisis a la participación y compromiso de estas grandes comerciales de la salud.

Hasta aquí, nada que no sepa todo el mundo. Lo sabemos tan bien sabido, lo tenemos tan inoculado en nuestros cerebros, que ni siquiera nos escandaliza.

Lo que, yo al menos, ingenuo de mí no esperaba, era que, una vez pasada la crisis sanitaria, un Gobierno formado por una coalición de izquierdas no haya sabido (o querido) aprender, tomar nota de las enormes deficiencias prácticas del Sistema Sanitario vigente, faltan medios, hospitales, sanitarios de todos los colores y desempeños, ambulancias: falta de todo. Los pacientes se impacientan con las eternas listas de espera, cuando necesitan atención médica ya no van a los centros de salud, se van a Urgencias, al Hospital más cercano, y con razón, aunque esto termine agravando los problemas. Luego cuando comprueba que el atasco en Urgencias también colapsa el Sistema y se pasa de ocho o doce horas en la sala de espera, a la próxima no va por sus propios medios, pide una ambulancia para entrar en boxes en un carrito de ruedas. Cuando este recurso tampoco funciona porque se ha generalizado, es llegado el momento de pensar en un seguro privado. ¡Eureka! ¡Ahí quería el capitalismo (¿y el Gobierno?) que llegásemos!

Mi primo, Manolo, trabaja, pero su mujer solo a tiempo parcial. Tienen tres hijos, dos de ellos pretenden estudiar, ya veremos si pueden. Por supuesto que el salario no les llega para pagar un seguro sanitario privado para su familia; pero según la Ayuso es por su culpa, ya que parece que no les preocupa el bien de su familia… ¡Joer! en vez de perder el tiempo colaborando con su Asociación de Vecinos, deberían estar haciendo horas extras o buscando unos segundos trabajos.