Ignorancia

Viernes, 03 Junio 2022 21:05

Hace algunas semanas comenté en este mismo medio, que pertenecía a una plataforma digital internacional de preguntas y respuestas que se llama Quora, en la que interactúan todos aquellos que están asociados, y que, habitualmente (al menos en hipótesis) responden a las preguntas personas que tienen un nivel cultural por encima de la media. Aunque de todo hay, y muchas veces te sorprendes con cuestiones que demuestran que no es exactamente así. Las preguntas, algunas veces, suelen ser extrañas, o al menos se salen de la lógica común, es decir de todo aquello por lo que está interesado el ciudadano medio.

No hace mucho se formuló una pregunta relacionada con la transformación del agua en vino por Jesús de Nazaret en las bodas de Caná, y aunque siempre hay algunos que creen a pies juntillas todo lo que viene reflejado en la Biblia, y no cuestionan ninguna de las afirmaciones que en ella se vierten, otros —entre los que me incluyo— intentan buscar la metáfora o la posible alegoría, pues sabido es que muchas de las cuestiones que explicaba el maestro de Nazaret lo hacía a través de parábolas. Mi respuesta fue algo parecido a lo expresado en la novela «El códice de María Magdalena», a donde encaminé a todo aquel que quisiera tener alguna información complementaria, pues había estado indagando, desde el punto de vista químico, qué era lo que se le podría añadir al agua para que tuviese el color, el sabor, la densidad y la graduación alcohólica del vino, aunque debo decir que todo lo indicado en la novela eran meras conjeturas, algo que, al amparo de la ficción, podría ser muy bien una licencia novelística para darle verosimilitud a una cuestión que, en realidad, podría no ser demasiado factible.

Una señora latinoamericana, aunque no recuerdo con exactitud de qué país era, me dijo: «¿Cómo te atreves a escribir lo que has escrito sobre María Magdalena?», haciendo referencia a mi novela; y yo, con toda prudencia, le contesté: «Dígame que es lo que le parece mal de lo que he escrito y si puedo se lo aclaro», y ella me dijo: «No, si yo no he leído la novela, pero tampoco la pienso leer».

Ya no le contesté, ¿para qué? Con su respuesta ella sola se había contestado y, sobre todo, se había definido.

Es evidente que hay personas que hablan sólo para criticar (o para demonizar) a alguien, sin saber con exactitud cuál es el verdadero mensaje o el fin último de ciertas palabras. No sé si decir eso tan corriente de que la ignorancia es muy atrevida, o decir que hay personas que creen tanto estar en posesión de la verdad absoluta, que todo lo que es (o les parece) ajeno a su pensamiento, a su ideología o a sus dogmas (quizá a su fanatismo) lo rechazan sin conocerlo. En fin, así nos va.

Hay muchos que, desde luego, se regodean y presumen de su ignorancia, pensando que no necesitan para circular por la vida nada más que sus propias ideas, porque lo que piensen los demás, de la materia que sea, no es más incuestionable que lo que piensen ellos, y confunden a menudo las opiniones con lo verificable. Quizá algún día habría que profundizar en todo esto, para ver hasta qué punto nuestra materia gris, de la que tanto presumimos, en algunos casos tiende a blanca, o a negra.


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