Proteger a la Madre Tierra con una transición ecológica justa

Viernes, 22 Abril 2022 21:06

Nadie puede vivir al margen de la naturaleza porque los propios seres humanos somos naturaleza. Ninguna sociedad puede ni podrá vivir de espaldas a esta, por mucho que el capitalismo de crecimiento infinito quiera fingir que sí, porque los seres humanos somos ecodependientes, necesitamos a la naturaleza y estamos bajo sus condiciones. La forma en la que tratamos —o más bien maltratamos— al planeta Tierra vuelve y volverá como un boomerang, como apuntan los sucesivos informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas, que en la última publicación advierte de que si no se toman medidas inmediatas, el planeta puede alcanzar un calentamiento de 2,7 °C para finales de este siglo. Las consecuencias de este aumento de la temperatura global son de sobra conocidas, como el deshielo de los glaciares que provocará un aumento del nivel del mar y cambios en la salinidad, con las consiguientes alteraciones de los ecosistemas marinos. Además, de sequías y otros fenómenos climáticos extremos, que provocarán escasez de recursos y migraciones climáticas. Un escenario que pinta del todo apocalíptico como no se tomen medidas contundentes.

Es altamente preocupante cómo las sucesivas crisis se están utilizando como excusa para dar pasos atrás en materia de transición ecológica. Por ejemplo, hoy mismo me quedaba atónita al conocer que la Generalitat Valenciana subvencionará cinco vuelos semanales entre Castelló de la Plana y Madrid bajo el pretexto de la reactivación turística. De entre todas las opciones de transporte, el avión es la más contaminante y su reducción tiene que ser una prioridad, especialmente cuando se trata de vuelos domésticos que pueden sustituirse con otras formas de transporte más ecológicas como el tren. Según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo, la aviación contribuye con alrededor del 2% de las emisiones de carbono del mundo. Por no mencionar la falta de regulación de los vuelos privados, que suponen más contaminación por persona. Una carencia que evidencia la falta de voluntad de que la transición ecológica sea justa. Mientras que a la gente humilde se le pide prescindir de los traslados en coche de combustión, los ricos siempre podrán cogerse el jet privado, muchísimo más contaminante. Cualquier esfuerzo tiene que repartirse de forma equitativa.

Por otra parte, la guerra en Ucrania y el consecuente bloqueo a Rusia ha vuelto a provocar que la cuestión de la transición energética esté en el debate público. La dependencia actual que Europa tiene del gas ruso es fruto de que previamente no se hayan hecho los deberes y evidencia, también, la necesidad de una soberanía energética que nos permita mantenernos al margen de personajes como Putin, pero también de otros líderes mundiales no precisamente democráticos ni respetuosos con los derechos humanos con los que Europa y España hacen negocios por sus hidrocarburos. Ahora bien, falta que esta transición energética, de nuevo, sea justa, porque de momento no lo está siendo. Si la encabezan las grandes energéticas movidas por el interés de coger un trozo del pastel de las renovables, a costa de privatizar los recursos comunes o de colonizar el mundo rural con sus macroparques de placas solares y molinos de viento, no me interesa. La transición energética tiene que pasar por el autoconsumo y las comunidades energéticas o será la misma historia de acaparación y abuso, pero con un barniz de ‘greenwashing’ por encima.

El 22 de abril se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra declarado por las Naciones Unidas. Un día para homenajear a la casa que habitamos todos los seres humanos y reivindicar su protección y cuidado. Estamos a tiempo de hacer algo para que esta casa no colapse, pero el reloj corre muy rápido.


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