No hay ni habrá mujeres en la Cofradía de la Purísima Sangre de Sagunto porque así lo han decidido los cofrades en referéndum. Tampoco hay ninguna mujer a la que los partidos políticos quieran homenajear poniendo su nombre al nuevo instituto. Al igual que no hay ninguna mujer sentada en la junta de portavoces del Ayuntamiento de Sagunto. ¿Casualidad? No lo creo. Se trata de un antiguo sistema de opresión sobre las mujeres que se llama patriarcado y opera en diversos ámbitos.

Las excusas para justificar la discriminación siempre son variadas. La tradición, por ejemplo. Pero las fiestas no son algo monolítico, las fiestas han evolucionado a lo largo de la historia para adaptarse a los diferentes contextos sociales. La tradición nunca puede colisionar con algo tan fundamental como la igualdad entre hombres y mujeres. Pese a mi absoluto desinterés por las cuestiones religiosas, defiendo el derecho de las mujeres devotas a participar de estas fiestas en las mismas condiciones que los hombres. Igualmente, agradezco a los cofrades que han dado un paso adelante liderando esta iniciativa. A los que decidieron votar que no, les diré que me produce una profunda tristeza que se sigan resistiendo con uñas y dientes al progreso.

Las mujeres no somos ninguna amenaza para las tradiciones, las mujeres simplemente queremos participar en igualdad de condiciones en las celebraciones y ocupar el espacio que se nos ha negado. En este sentido, es importante señalar de dónde viene la dudosa costumbre de que las mujeres no participen en ciertas festividades: obsoletos roles de género, según los cuales, las mujeres no podían participar en la esfera pública de la sociedad para quedarse a cargo de los cuidados del hogar y la familia. Las tradiciones, por serlo, no son inmaculadas, hay tradiciones que son buenas y otras que son malas. Las que son malas, por supuesto, tienen que superarse.

Ante la agitación que está noticia ha generado en la sociedad del municipio, me sorprende el silencio del equipo de gobierno. Esta semana un medio de comunicación recogía la negativa de la concejala de Fiestas a pronunciarse sobre este hecho.

Por otra parte, el alcalde y responsable de la delegación de Igualdad tampoco ha hecho ninguna manifestación pública por el momento. Cabría esperar muchísimo más de nuestros representantes públicos, especialmente si se consideran progresistas, pero mucho me temo que este silencio está bien calculado por la calculadora electoral. Ante esto, la sociedad civil organizada del Camp de Morvedre, siempre un paso por delante, ya está convocando varias acciones de protesta. Mucho ojo, políticos y políticas, a ver si al final resulta que la población está más comprometida en la defensa de la igualdad de lo que piensan y el cálculo no sale tan bien como esperan.

Nuestros representantes todavía pueden rectificar y decir algo, al igual que espero que se vuelvan a pensar qué nombre quieren darle al nuevo instituto. Y es que en estos días se han sucedido las propuestas para bautizar al instituto número cinco, pero, de los nombres sobre la mesa, ninguno es de mujer. Podría haber sido un bonito gesto de justicia y reparación ante la invisibilización que las mujeres han sufrido a lo largo de la historia y que hoy tiene su reflejo en que, en la actualidad, tienen menos calles, avenidas, plazas o edificios públicos con sus nombres.

Aunque la decisión final la tiene el Consejo Escolar, me parece bien que se abra el debate público con propuestas, es una oportunidad para repasar nuestra historia y a sus figuras más importantes. Aprovechemos ese espacio que se abre en la conversación pública para hablar de mujeres relevantes en diferentes áreas de conocimiento o destacadas por su compromiso social. Muchas veces resulta arduo descubrirlas porque la historia no ha sido justa con ellas, pero ahí están y, como con tantas cosas, es cuestión de voluntad.