Las clases sociales

Viernes, 25 Marzo 2022 21:05

No hace mucho leí algo parecido a un informe que desconocía y que me pareció curioso, aunque una vez leído, uno comprueba que es evidente. España —decía—, al igual que el Reino Unido, es un país muy clasista. Sin embargo, para nosotros, tener clase es algo totalmente diferente. En nuestro país, la clase social que percibimos en la gente tiene poco que ver con el nivel de ingresos. Y esto no es un comentario más, ni algo banal o irónico.

La clase, en España, no tiene una relación tan marcada con los ingresos como puede tener en otros países. Y el informe aclaraba las circunstancias. Los «pijos», aquí, son gente que «cree» formar parte de la clase social más alta. En Reino Unido a los pijos les llaman «posh», aunque la traducción podría no ajustarse por completo al verdadero significado.

Hay una serie de características, como pueden ser la forma de vestir, el acento al hablar, el usar zapatos caros, relojes de oro, frecuentar restaurantes de lujo, ir a salas de conciertos, tener aficiones como los yates, jugar al golf o al polo, gastar dinero en determinadas marcas de coches (Mercedes, BMW, etcétera). Todas estas peculiaridades, pueden conformar (o parecer) que estamos hablando de alguien de una clase superior. Sin embargo, los pijos no se definen por lo que ganan sino por lo que gastan, y aquí podemos hablar más de una subcultura que de una auténtica (o justificada) clase social.

Hay gente con unos ingresos modestos (todos conocemos a alguno) que se comporta como pijo, y gasta, vive y se endeuda por encima de sus posibilidades. Por otra parte, hay gente muy acaudalada, que podría ser menospreciada por esa supuesta clase alta, que viste con ropa sencilla, tiene un coche modesto y vive de una forma austera, aunque es posible que, en lugar de tener un yate (que siempre da prestigio social) disfruta de una rica biblioteca, viaja sin lujos excesivos, pero conoce mundo, que a fin de cuentas, también te da una cultura amplia, asiste a espectáculos musicales, va al cine y colabora con varias ONGs o fundaciones no lucrativas.

La gente que tiene dinero en nuestro país normalmente tiende a huir de las apariencias, aunque podría comprar una casa cómoda y amplia en un barrio caro, pero su «ostentación» no suele ir mucho más lejos.

En general, los jóvenes que se han enriquecido, nunca sabremos que pertenecen a una clase alta si no quieren que lo sepas. Nos ocultarán esa información de una forma activa y tendrán un trato contigo de lo más llano, incluida la espontaneidad de cierta palabras groseras, porque saben muy bien que gastar dinero en las fiestas y saraos de ciertos círculos elitistas no es lo más interesante ni lo más adecuado.

El único signo de riqueza que puede «traicionarlos» es tener unos conocimientos muy especializados o una refinada educación, y eso, posiblemente sea lo que les ha hecho ricos. Suelen tener un grupo muy cercano de amigos de toda la vida (de antes de ser ricos), y aunque se relacionarán con cualquier persona, seguramente solo confiarán en su cuadrilla y en sus familias, desconfiando de esos otros que derrochan y se exhiben.

Los que son ricos de solera tienen unos signos externos por los que se les puede reconocer, aunque suelen ser muy sutiles, como pueden ser los modales refinados, la cortesía y educación exquisita. A diferencia de los pijos, estas personas poseerán pocos bienes de lujo pero los elegirán con un gusto elegante y refinado, y sin que aparezcan por ninguna parte etiquetas ni marcas.

Los ricos de provincias no pueden rivalizar con las familias nobles del país ni con la nueva riqueza de los jóvenes, lo que alimenta un gran complejo de inferioridad y cierto resentimiento (todo ello eficazmente reprimido). Ello significa que los ricos de provincias se dejan ver mucho y son más propensos a la ostentación que los otros ricos: formarán parte de la vida pública de sus regiones, tendrán papeles estelares en fiestas culturales, como la Feria de Abril en Sevilla o el Carnaval de Canarias (algo que el dinero no puede comprar), y no serán discretos sobre sus contactos en política. Suelen formar parte del catolicismo más conservador, tratarán a las clases populares con cierta indiferencia (aunque pueden ser afectuosos si son serviles con ellos o con sus familias) y solo son hostiles hacia las «otras» clases adineradas, que ellos consideran amenazas externas y postizas, lo cual requiere medidas de defensa activas (y a menudo políticas).

Es muy curioso, desde luego, todo lo relacionado con las diferentes clases sociales: Los que pudiendo hacerlo, no aparentan nada; los que aparentan endeudándose hasta los ojos, sólo para que se les vea; y los que son reservados, pero vienen de cuna y, aunque no quieran, se les nota. Al final, seguramente, lo mejor es tener unos gustos sencillos, no deber nada a nadie, intentar hacer que la vida de los que te rodean sea lo mejor posible y buscar la solidaridad en algunos de tus actos. Será, quizá, la mejor manera de que la alegría y la felicidad se instalen en nuestro semblante.


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