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Ainhoa Alberola Lorente

Feminismo para salvar el mundo

Viernes, 04 Marzo 2022 21:06

Abro el editor de texto e intento pensar en lo que sé que quiero escribir para este artículo: la conmemoración del 8 de mazo, Día Internacional de las Mujeres. Mientras tanto, de fondo escucho cómo en la televisión un periodista da la última hora sobre la invasión de Rusia sobre Ucrania. Así que no puedo parar de pensar en que, de alguna forma, nuestras reivindicaciones feministas tienen mucho que ver con esta guerra. Por una parte, Putin encarna uno de los más terribles ejemplos de masculinidad tóxica y todo lo que aspiramos a erradicar desde la lucha feminista. Por otra, veo como hasta en periodo de guerra, las mujeres sostienen la vida, escondidas en los refugios cuidando a los niños y niñas, persona enfermas y mayores o tratando de huir con sus criaturas para ponerlas a salvo. Dos mundos que colisionan. Frente a la barbarie de Putin, la ternura de las mujeres ucranianas. Frente a quien escampa la muerte, quien protege la vida.

En el feminismo también se le ha dado muchas vueltas estos días a la cuestión de si, al final, toda esta situación de escalada bélica irresponsable es la irremediable consecuencia de que los hombres dominen el mundo. ¿Sería todo diferente en un mundo dirigido por mujeres? Me pregunto y nos preguntamos en el movimiento feminista. No es una cuestión sencilla, desde luego. He leído mucho y he dudado todavía más, pero, al final, he sacado un par de conclusiones que quiero compartir. En primer lugar, podría contestar que sí, porque las mujeres —en términos generales— nos hemos socializado de una forma diferente, encajadas en unos estereotipos de género que nos dicen que tenemos ser amables, discretas, responsables y cuidadoras. Pero también podría decir que no, porque no podemos ser tan ingenuas y buenistas, lo cierto es que también hay mujeres malvadas, capaces de cometer los crímenes más atroces e iniciar guerras. Además, a lo largo de la historia, muchas han llegado a ocupar puestos de poder asimilando la praxis de los hombres y, desde luego, no es a lo que aspiramos. En esta contrariedad, encuentro precisamente la respuesta: el mundo sería un lugar mejor dirigido por mujeres, pero por mujeres feministas.

Cuando hablo de dirigir, lo digo en el sentido más amplio de la palabra. No solo hablo de los puestos de responsabilidad política, sino también en el ámbito económico o la sociedad civil. El mundo necesita más mujeres feministas al mando para acabar con las guerras, la desigualdad y mejorar las condiciones de vida de todas. Mujeres que al llegar a un puesto de responsabilidad respeten la pluralidad, cuiden de su gente, den la mano al resto de mujeres y empujen para que todas avancemos desde la interseccionalidad de las desigualdades que nos atraviesan, como la raza, identidad de género, orientación sexual o condición económica. Mujeres que entiendan que, además, somos seres ecodependientes y que para frenar el cambio climático tenemos que reconectarnos con la naturaleza.

Finalmente, en estos tiempos convulsos, les confesaré que he tenido una segunda contrariedad, esta vez emocional. Por una parte, un inmenso orgullo por la respuesta que se ha organizado a todos los niveles para dar asistencia humanitaria y que se hayan abierto las fronteras de la Unión Europea para las víctimas del conflicto bélico. Por otra, el sabor amargo de pensar que cuando estalló la guerra en Siria lo que recibieron esos refugiados y refugiadas fueron poco más que patadas. Represión por parte de la misma Polonia que hoy abre los brazos a la ciudadanía ucraniana y una Europa que se repartía cuotas de refugiados con la mayor de las desidias. Y lo mismo con otros conflictos bélicos que siguen activos como Yemen o Palestina en los que la comunidad internacional ha decidido simplemente mirar para otro lado. El racismo, el maldito racismo. Porque estos nuevos refugiados tienen la piel blanca y los anteriores la tienen oscura. Ojalá que esta ola de solidaridad internacional llegue para quedarse, pero esta vez sin distinciones, solidaridad con absolutamente todas las personas que sufren.
Contra la guerra, por un mundo que solo se salvará gracias a las prácticas feministas. ¡Nos vemos este 8M en las calles!


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