Feminidad, Esclavitud y Justicia

Viernes, 04 Marzo 2022 21:05

A lo largo de la historia ha habido esclavos de todo tipo, unos lo eran por el hecho de ser extranjeros, otros por tener un color de piel diferente, otros habían sido los rehenes capturados en alguna batalla ganada. También estaban los hijos de los esclavos que, por haber nacido en esa familia, automáticamente adquirían esa condición; y luego estaban las mujeres, que aunque no fueran propiamente esclavas, la mayoría lo eran.

Las mujeres han sido siempre las que peor valoradas han estado en todas las épocas, y no hay que remontarse a tiempos lejanos, pues en muchos casos, a su condición de esclavas, o a su condición de rehenes o prisioneras de guerra, se sumaban las violaciones indiscriminadas y los actos de barbarie cometidos contra ellas, en los que la pérdida de dignidad formaba parte del maltrato, el abuso y la agresividad. ¿Formaba parte, o es mejor seguir hablando en presente?

Hasta hace bien poco, y en el mejor de los casos, se les consideraba ciudadanos de segunda clase; pero ahora, en nuestro siglo XXI, todavía en algunos países no pueden ejercer sus derechos si no van acompañadas de sus padres, de sus maridos o de sus hermanos. Esto, en la actualidad, es indignante, como indignante es que existan esas clases polarizadas, esos trabajadores (que son los nuevos esclavos) que subsisten con un mísero salario, insuficiente a todas luces para poder sobrevivir, trabajando en la misma empresa en la que los altos ejecutivos (que en su mayoría son hombres) ganan al año cantidades con cifras superiores a cinco ceros; y que esos mismos empresarios, o esos mismos altos ejecutivos, se rasguen las vestiduras porque el gobierno pacte con los sindicatos una mínima subida de ese salario que, comparado, con el índice de precios al consumo, o de la subida del coste de la vida, todavía no llega a paliar una inflación desorbitada, provocada en su mayoría por unas políticas inadecuadas, por una mala gestión empresarial o por las abultadas nóminas de esos que se creen los dueños de los destinos de los demás, y que creen que pueden actuar a su antojo, como lo hacían en otros tiempos los señores feudales o los propietarios de esos esclavos, que no tenían ningún tipo de derechos y sólo tenían la obligación de servir a su señor y de acatar todos sus caprichos.

Siempre se ha dicho que la ley es para los ricos, y así es, porque los ricos tienen su cohorte de letrados para buscar entre las rendijas de esa ley y así evitarla, mientras que los pobres, ni pueden hacer eso, ni conocen los términos en los que pueden defenderse, porque a su condición de desdichados se une, en la mayor parte de los casos, su condición de ignorantes, ya que no han tenido acceso a una educación de calidad, por eso son siempre carne de cañón, o carne del destino de la ley.

Nuestro país, y nuestro mundo, no son, en absoluto, ni los más óptimos, ni los más justos, ni para los asalariados, ni para los pequeños empresarios, ni para las mujeres; porque al final todo se circunscribe a lo mismo: Justicia. Y no hablo por supuesto de legalidad; porque eso, evidentemente, es otra cosa.


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