Una de espías

Viernes, 18 Febrero 2022 19:07

Es una verdadera lástima que los Goya ya se hayan celebrado y sentenciado, porque lo que está pasando en el Partido Popular bien merecería una nominación y hasta un cabezón. ¡Pedazo de drama que tienen montado en las filas populares! Aunque, en ocasiones, ha tenido una vis cómica, con las declaraciones y payasadas al más puro estilo Trump de unos y otros, giros de guion inesperados y personajes de esos que aparecen de sorpresa para cambiar todo el rumbo de la historia, como Alberto Casero, el diputado que se equivocó al votar la reforma laboral. Finalmente, todo ha tornado en un filme de espías o de gánsteres, algo así como una vuelta a los orígenes de esta productora de tramas, ya famosa por historias como ‘Gürtel’ o ‘Kitchen’.

El caso es que todo estalla cuando El Confidencial publica un caso de espionaje (uno más) dentro del seno del PP. Altos cargos del partido estarían buscando trapos sucios de la presidenta de Madrid Isabel Díaz Ayuso para atarla en corto en el rifirrafe que mantiene desde hace meses con Pablo Casado y la dirección nacional del partido. Es evidente que el presidente del PP ve en Ayuso una rival política a la que aplacar de cara a nuevos procesos internos de la formación. Mientras que Casado va de traspiés en traspiés, Ayuso estaba viviendo uno de sus mejores momentos tras haber conseguido revalidar la presidencia de la Comunidad de Madrid rozando la mayoría absoluta.

La dirección nacional del PP forzó unas elecciones anticipadas en Castilla y León —donde no habían tenido grandes desencuentros con los socios de gobiernos de Ciudadanos— para tratar de lograr una victoria moral en una plaza bastante segura para ellos. El objetivo: colmar a Casado y los suyos de la legitimidad necesaria como estrategas y líderes del partido frente a la presidenta madrileña y de cara a unas nuevas elecciones generales. El resultado ya lo conocen, el PP revalida victoria electoral, pero sin la ansiada mayoría absoluta, perdiendo votos durante la campaña y abocado a un cambio de socio nada interesante. Ahora necesita cambiar a un partido en horas bajas y fácilmente dominable como Ciudadanos por Vox, un competidor directo con el que se disputa una buena parte del electorado y al que va a tener que legitimar como fuerza de gobierno con una vicepresidencia.

Este nuevo error de Casado podría haber sido el encumbramiento final de Ayuso como lideresa. Pero no, pasadas las elecciones, todo explota y Ayuso, envalentonada, ha salido en rueda de prensa a reconocer la participación de su hermano en un contrato bajo sospecha y, de paso, ha lanzado unos cuantos misiles a la dirección nacional del PP para reforzar su rol de víctima en toda esta historia. ‘Nunca imaginé que la dirección de mi partido iba a actuar de un modo tan cruel contra mí’, ha dicho. Pero lo que ha pasado no es una cuestión menor, en plena pandemia Ayuso concedió a la empresa de un amigo (que no se dedicaba a cuestiones sanitarias) un contrato de 1,5 millones de euros para la fabricación de mascarillas y 280.000 euros acabaron en el bolsillo de su hermano a modo de una jugosa comisión. Ayuso ha preferido arrancar la tirita de una a esperar a que Casado y compañía se la fueran arrancando poco a poco. La presidenta de Madrid ya sabe cuál fue el destino de otras ilustres del PP como Cristina Cifuentes. Tras la voladura controlada de Ayuso, ha salido Teodoro García Egea a anunciar que se abre un expediente informativo, es decir, que le enseñan la puerta de salida. De punto, todo ha cogido un tono de western, como cuando los vaqueros se baten en duelo a muerte y dicen: ‘aquí solo puede quedar uno’.

Al PP ahora le queda gestionar el drama de tener que ser, por obligación, el coprotagonista de Vox en Castilla y León, salir airoso de la trama de espionaje que irremediablemente llevará al enésimo choque de trenes entre cúpulas y, en consecuencia, gestionar los kilos de basura que han salido y los que saldrán de las cloacas de Génova 13, la sede que se reformó ilegalmente y de la que hace ya un año que anunciaron que se irían, pero que, por lo que sea, todavía no lo han hecho.

Cuando termino de escribir este artículo, militantes y cargos públicos del PP van escogiendo bando para estirarse de los pelos en las redes sociales. Va a ser que al final esto será un drama histórico, algo así como la Guerra Civil del PP.


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