La crisis de Ucrania

Viernes, 28 Enero 2022 21:06

El día 30 de mayo de 1982 España se convirtió en el miembro número 16 de la OTAN, y en marzo de 1986, después de un referéndum en el que se consultó a la población sobre la permanencia en la estructura militar, ganó el SÍ, y se inició la participación del país en todos los grupos de trabajo, exceptuando la estructura militar.

El ingreso en la OTAN contaba con el rechazo de amplios grupos sociales y de la oposición, sobre todo del PCE y del PSOE; pero en enero de 1986, el gobierno socialista de Felipe González convocó un referéndum para la permanencia en la OTAN, y el PSOE, en contra de lo que antes había venido diciendo, pidió el SÍ a la población. Todos sabemos el poder de convocatoria que tenía el PSOE en aquella época —y el poder de manipulación—, hasta el extremo de pedir a la población que votara en contra de lo que durante una amplia campaña había estado pidiendo. Muchos de los votantes socialistas votaron a favor de la permanencia, y eso fue lo que propició el SÍ, pero ¿era necesario que nosotros estuviéramos en la OTAN?

También sabemos que en la época de Aznar, y sin haber consultado nada a nadie, el presidente del gobierno metió a España en la guerra de Irak, cuando la mayor parte de los países estaban en contra, y la población española, en un 95%, según las estimaciones de la época, estaba también en contra de esa guerra, incluso mucho ministros populares tuvieron que aceptar la participación española en la guerra, no porque estuvieran convencidos de la misma, sino por la disciplina de partido. Afortunadamente, el PSOE de la época hizo campaña para que las tropas abandonaran Irak, y José Luis Rodríguez Zapatero, nada más hacerse cargo del gobierno, promovió que los soldados españoles regresaran a su país; pero el daño ya estaba hecho, las famosas armas de destrucción masiva no aparecieron por ninguna parte, por lo que se comprobó la tremenda falacia en la que se ampararon Bush, Blair y Aznar (el trío de las Azores) para la invasión, mientras que los ciudadanos de Irak todavía siguen soportando las consecuencias de aquella guerra injustificada, como ocurre siempre que se promueve una guerra, que al final la parte más perjudicada es la que menos ha influido en que esa guerra se produzca.

Ahora se han enviado tropas españolas (dos buques de guerra al mar Negro y varios cazas de combate a Bulgaria) por la crisis de Ucrania, todo ello —según se ha comentado— para ganar «presencia internacional», a pesar de que ocho partidos han firmado un manifiesto contra el envío de tropas. Este envío de efectivos militares, tanto españoles como de la OTAN, ante la ofensiva rusa es sólo —o al menos lo parece— una demostración de fuerza, aunque puestos a «chulear» no sé si Rusia no le gana la partida a Europa, porque Putin no es que sea precisamente una «hermanita de la caridad», desde luego que no lo es.

De cualquier forma, todo esto no es sino una mera forma de estar a favor de una guerra que, como todas las guerras, ni son buenas ni ofrecen soluciones positivas a nadie. Y no se trata de estar a favor de la OTAN o estar a favor de Rusia, creo que no es esa la cuestión. El tema es estar a favor o en contra de la guerra, de cualquier guerra, en general, porque si los problemas se solucionan hablando, la diplomacia está para eso, y no hay que buscar nada más. Si dos personas no se ponen de acuerdo en algo es porque una de las dos no quiere, pero si una está de acuerdo en aceptar unas condiciones, que siempre serán mejores que las que se dan en una guerra, entonces no será necesario ningún planteamiento bélico, y todo se resolverá a través del diálogo y la paz, que es como, modestamente, creo que deberíamos de actuar siempre.


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