Sueños

Viernes, 21 Enero 2022 21:08

Sales a pasear por el Puerto, y confirmas lo que siempre has sabido: es un pueblo por hacer. Un pueblo a medias. Uno no sabe si alegrarse, o no, de ello. Al fin y al cabo, somos animales de costumbres, y yo no sé cómo reaccionaría mi cuerpo si un día saliese a dar un paseo y de repente me encontrase con el sub 2 acabado, habitado, y con niños jugando por las calles o alrededor de la falla del barrio.

¿Te imaginas (a mí me daría algo) que un día, después de 37 años, pudieses acercarte al Horno Alto y poderlo visitar? o ¿Al Museo Industrial? o, ¿a la Gerencia, y encontrarte con que tu nieto menor sale de uno de los chalets ya rehabilitados dedicado a sala de ensayo de los grupos de teatro locales?

Como soñar es gratuito, sigo con el sueño, esperando que no solo sea gratuito, sino que también sea perdonado. Así, me acerco al Triángulo Umbral y, ¡sorpresa!: hace un día maravilloso, y su terraza-bar está repleta de gentes tan felices, fent-se uns vermuts. Después, paseando, me acerco al Centro Cívico, y, a pesar de ser domingo, me encuentro en su bar a mi cuñado. En el Salón de Actos, los juveniles del Acero reciben sus premios y trofeos anuales. Aprovechando, subo a la biblioteca, supongo que mi otro nieto, el que está en la universidad, posiblemente esté ahí estudiando, como de costumbre, y, en efecto, me lo encuentro. Después de saludarlo, al salir, me encuentro con Manolo, un compañero de cuando trabajaba en Arcelor. Lleva ha sacado la novela Moby Dick; le comento, en broma, que va muy atrasado de época en la lectura y, me contesta, muy serio y dolido que, antes, como la biblioteca no abría los sábados y domingos, a la gente que trabaja le resultaba casi imposible utilizarla. Lo mismo, digo para mí, les pasaba a los estudiantes.

Reconfortado, continuo con el paseo, Son casi las once cuando llego a la altura del cementerio y el partido de balonmano está a punto de empezar: nada menos que un Fertiberia Puerto Sagunto – Barça, esto no lo tienes todos los días. Por un momento me sobresalto, pero me registro el bolsillo de mi camisa y ahí está, mi carnet; tranquilo… puedo entrar.

El nuevo pabellón me acoge sin darme demasiada confianza. Era ya muy viejo cuando se inauguró y empieza a notársele el paso de los años y las diversas manos por las que pasó, dado que alguna subcontrata no fue todo lo legal que debía, no solo con sus trabajadores, (al fin y al cabo, esa parece ser la norma) sino también con los promotores, cosa que no es la norma, pero sí la costumbre…

Como decía Calderón: los sueños, sueños son.


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