Un logro feminista

Viernes, 14 Enero 2022 21:07

En el año 1916 un grupo de mujeres canadienses acudió a ver cómo se desarrollaba el juicio a unas supuestas prostitutas que habían sido encarceladas bajo circunstancias «dudosas», pero se les pidió que abandonasen la sala con el pretexto de que el juicio no era adecuado para ser presenciado por personas de ambos sexos.

Entre esas mujeres se encontraba Emily Murphy, que consideró que la excusa era inaceptable y envió un escrito al fiscal general de la provincia, en el que indicaba: «Si la evidencia no puede ser escuchada por personas de ambos sexos, entonces el gobierno debe establecer una corte especial presidida por mujeres para enjuiciar a otras mujeres».

La solicitud de Murphy fue aceptada, convirtiéndose así en la primera mujer magistrada del Imperio Británico, y Emily Murphy encabezó la demanda del cambio legislativo. El texto en vigor hasta entonces era una ley vigente desde 1876, que decía: «las mujeres pueden someterse a castigos y penalidades, pero no tienen derechos ni privilegios».

Murphy necesitaba al menos el apoyo de cuatro personas más, y a su lucha se sumaron, el 27 de agosto de 1927, Nellie McClung, Louise McKinney, Henrietta Edwards e Irene Parlby. Las cinco remitieron una carta al gabinete federal, que a su vez trasladó el asunto a la Corte Suprema de Canadá. La respuesta fue tajante. La palabra «persona» no incluía a las mujeres; pero Murphy comenzó a desarrollar un plan para que se aclarase la situación constitucional de las mujeres en todos los ámbitos. Su reivindicación y su lucha continuó y acudieron a un órgano superior, el Consejo Privado, para revocar la normativa. El órgano judicial dictaminó entonces que la palabra «persona», incluida en la Sección 24 del Acta de 1867, se refería tanto a hombres como a mujeres, y por lo tanto ellas podrían tener presencia en el Senado.

El 18 de octubre de 1929, la ley reconoció, por primera vez, que las mujeres de Canadá eran definidas en términos jurídicos como «personas». Ese día fue histórico en el país. El feminismo se apuntaba una victoria sin precedentes al conseguir el cambio legal que se venía demandando.

Casi un siglo más tarde la consideración parece evidente pero el camino hasta alcanzarlo fue largo, y ese camino fue recorrido por cinco mujeres extraordinarias: Emily Murphy, Nellie McClung, Irene Parlby, Louise McKinney y Henrietta Edwards.

En el año 2004, las cinco fueron incluida en el reverso de uno de los billetes de cincuenta dólares canadienses lanzados como una edición especial, y en octubre de 2009 el Senado nombró a las cinco mujeres «senadoras honoríficas». El reconocimiento llegó tarde, pero llegó. Sin embargo no hay que descuidarse, hay que continuar con la lucha, cada uno desde su posición, porque todavía hay muchos países en los que a las mujeres se les niegan unos derechos que, no sólo deberían estar equiparados desde hace mucho tiempo a los de los hombres, sino que siempre han formado parte del derecho natural determinado en la naturaleza humana.


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