Llevar pantalones, algo atemporal

Viernes, 17 Diciembre 2021 21:05

El uso del pantalón comenzó en España, a principios del siglo veinte, allá por 1911. En Estados Unidos habían comenzado a finales del siglo diecinueve con motivo de la práctica de la equitación, entre otros deportes. Ese mismo motivo hizo que en Europa también se adoptara su utilización. En nuestro país, como en otros, hubo serios disturbios y protestas por la introducción de esta prenda a pesar de que era tipo falda larga. Las protestas masculinas fueron de tal calibre, que las mujeres que llevaban pantalón habrían de ser escoltadas y protegidas. La Segunda Guerra Mundial propició que la prenda fuese usada por las mujeres, debido a la escasez y la incorporación al mundo laboral en las fábricas y el campo, ya que los hombres estaban en el frente luchando.

No fue hasta los años 60, cuando con la irrupción del vaquero, el pantalón dejó de ser considerada una vestimenta exclusivamente masculina, popularizándose su uso a nivel mundial. Todo cambio disruptor tiene consecuencias, la prenda aportaba un plus de comodidad y libertad de movimiento fuera del encorsetamiento de la costumbre que rodeaba el ropaje femenino, la moda del vaquero llegó para quedarse derribando con su aceptación fronteras sociales.

He querido poner como ejemplo esa conquista minúscula, pero significativa, para reflejar lo mucho que cuesta acceder a cualquier posición predominante ocupada por los hombres. Seguimos intentando ocupar espacios en todos los ámbitos, lo conseguido hasta ahora ha supuesto un gran esfuerzo del feminismo, pero sobre todo ha sido una reivindicación constante en el tiempo, a pesar de los fraccionamientos del movimiento feminista y de no tener un apoyo cerrado de esas posiciones más costumbristas entre algunas de nosotras. Porque sin el consentimiento soterrado de muchas mujeres al denominado patriarcado seguramente se hubiese podido avanzar más. Ahora, estamos en un momento agridulce, se ha conseguido alcanzar cuotas importantes de presencia en casi todos los ámbitos, pero sigue resistiéndosenos alcanzar el poder, poder entendido en su amplia aceptación de la palabra, poder real de decisión, de responsabilidad política, económica o financiera.

Por si fuera poco ahora nos enfrentamos a un caballo de Troya con la nueva Ley Trans, ley que en absoluto se puede considerar progresista sino más bien contraventora para el espacio y los derechos conquistados hasta hora. Lo he dicho otras veces pero lo vuelvo a repetir, dotar de derechos a unas personas no puede ser a coste del de otras, la seguridad jurídica es importantísima. Sirva lo que ya está empezando a verse en algunas disciplinas deportivas como la natación, con la autodeterminación de género, no tardará mucho el deporte femenino en romperse en mil pedazos hasta desaparecer, no hay ninguna federación que se atreva hasta el momento a protestar y reivindicar el purismo del deporte femenino. Pulverizarán todos los récords, una mujer no puede competir con un hombre, la biología marca la diferencia. Se debería crear en todo caso una nueva categoría, donde las personas no binarias puedan competir en igualdad de condiciones físicas.

Pero hay un poder muy importante, el del liderazgo político a cualquier nivel, que no nos han dejado conquistar, y que cuando se ha alcanzado, rápidamente se nos ha descabalgado de él. A pesar de que somos el 51% de la población en España y de que llevamos más de cuarenta años de democracia no ha habido una sola candidata a la presidencia del gobierno. ¡Nunca! Y eso que en algunos partidos centenarios la afiliación femenina supera el cincuenta por ciento.

Existe hoy en día una híper masculinización en todos los partidos políticos a nivel de liderazgo y poder. Parece que el partido morado si va a presentar una candidata, al menos se perfila para ello, pero en el resto de partidos a derecha e izquierda se ha recorrido el camino contrario, salvo alguna Presidencia de CCAA. Y cuando existe alguna probabilidad de tener alguna mujer en un puesto de dirección orgánica, por poner un ejemplo próximo, se la cuestiona y se prepara lo que sea necesario para dificultar y revalidar su permanencia, no por otra candidata, como se va a ver en el proceso provincial de Valencia, si no por un candidato. Mención aparte merece el partido verde, compuesto mayoritariamente por hombres, su beligerancia les lleva incluso a negar la violencia de género, algo inaudito con los datos recogidos sobre la violencia ejercida sobre las mujeres y sus hijos.

Como dice A. Valcárcel (2020): «El feminismo debe saber situarse con autonomía y poder frente y al lado de las tradiciones políticas presentes reclamando su herencia y su propiedad buscando los rasgos del novum político». Pero también teniendo ambición para redefinirse y ampliar el campo político, en aras de la igualdad, la democracia, la libertad y la justicia.


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