El feminismo siempre ha existido, no de la forma en la que ahora se manifiesta, pero sí de otra manera, y siempre ha habido mujeres valientes que han luchado por los derechos de todas ellas (lo vemos en la actualidad en Afganistán), que han luchado por la igualdad de géneros y que han visto como unos y otras, es decir, todos, somos necesarios para que el mundo continúe en una línea ascendente; por eso hemos de apoyar el feminismo todos, sin excepción, sin ambages de ningún género y sin palabras extrañas, como últimamente parece que se quiere imponer desde algún sector que presume de ser de izquierdas.
Creo que lo importante en estos momentos no es hablar de niños y niñas, o de niñ@s, o incluso de niñes, lo importante es luchar para que todas las personas, sin distinción de raza, sexo, orientación sexual, color o etnia puedan tener las mismas oportunidades en la vida, puedan disfrutar de los mismos derechos, tengan un salario digno acorde a su profesión, y no haya diferencias importantes a favor de los varones, porque eso, evidentemente, siempre va a repercutir, como lo ha hecho siempre y lo sigue haciendo en la actualidad, en perjuicio de las mujeres.
No sé si entendemos bien el feminismo, o nos vamos por las ramas para querer asignar unas pautas que sospecho no son las más importantes. ¿Qué importa, por ejemplo, que yo sea una persona educada, sonriente y atenta con mis compañeras de trabajo, si después soy un tirano con ellas, las infravaloro y las desprecio, y considero que los varones deben tener un salario mayor? Creo que hay mucha hipocresía en este tema, como la hay en general en nuestra sociedad, y lo importante en esta vida y en nuestro mundo es el fondo y no la forma con la que tratamos a los demás.
Me viene a la memoria, por ejemplo, la noticia de un ventrílocuo y productor de televisión, que a últimos de junio de este año fue detenido por la policía acusado, entre otras cosas, de estafa, blanqueo de capitales, organización criminal, lavado de dinero procedente del crimen organizado y el narcotráfico, por defraudar a hacienda y por presunta apropiación de créditos bancarios y privados. Vamos, una joya. Pero él, siempre sonriente, haciendo la gracia con sus muñecos y poniendo buena cara a todo el mundo, para después, además de todo eso de lo que se le acusaba, dejar de pagar las nóminas a sus trabajadores y ser un tirano con ellos. Al menos eso es lo que dijeron en su día los medios de comunicación. ¿De qué servía que fuera muy simpático, que fuera un personaje mediático, que hubiese estudiado medicina (eso decía, aunque nunca enseñó su titulación), que hablara varios idiomas (quince, le oí decir una vez en un programa televisivo, aunque tampoco lo pudiera nunca comprobar nadie), que fuera una persona inteligente o un avispado empresario? ¿Es eso lo más importante, o lo importante es ser una persona ecuánime, responsable, imparcial, objetiva, solidaria, justa y seria? Creo que la integridad de una persona se demuestra con los hechos y no con las palabras.
Sé que todo esto no tiene una relación directa con el feminismo, pero sí indirecta, porque la familiaridad con la que este personaje trataba a las artistas (y hablo en femenino) no podía ser, aparentemente, más digna ni más exquisita, pero era sólo eso: aparente.
El feminismo hay que reivindicarlo sin adjetivos, sin palabras extrañas y sin manifestaciones estentóreas, es decir, en el día a día y con hechos. Es muy curioso, por ejemplo, que nuestro país, que a principios de los años ochenta del siglo XX, en su legislación, consideraba a las mujeres como seres de segunda clase, apenas veinte años después se convirtiera en un referente de la igualdad de género, pero así es. A pesar de ello, aún nos queda mucho camino por recorrer, por despejar mentes retrógradas y por darle a las mujeres la dimensión que realmente se merecen.
Quizá vayamos por el buen camino, pero todavía hemos de apartar mucha maleza, arrancar muchos espinos, de esos que nacen al borde de la calzada, y deshacernos de muchas palabras huecas, que sólo conducen a que veamos el feminismo como algo diferente a lo que realmente es.