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José Manuel Pedrós García

Bullying

Viernes, 23 Julio 2021 21:06

He leído algunos comentarios en las redes sociales de gente que ha sufrido acoso escolar en su niñez, que dicen que, aunque no está bien visto el no perdonar a alguien, ellos (o ellas) son incapaces de olvidar a aquellos que les hicieron bullying durante su niñez.

Comprendo perfectamente a estas personas, de verdad, pero yo no voy ahora a ir con la monserga que cualquier meapilas argumentaría, y decir que hay que ser buenos, que hay que perdonar a aquellos que nos han hecho algo malo, o que siempre hay que poner la otra mejilla. No, no quiero caer en esa tentación. Sin embargo…

Dicen que los niños suelen ser muy crueles, y que siempre se meten con los más indefensos, con los más tímidos, con los que tienen alguna deficiencia física o psíquica, con los que, simplemente, son gorditos o llevan gafas (por ejemplo), o con los que tienen, o aparentan tener, una orientación sexual diferente a la que deberían tener por su sexo.

La definición de bullying es, más o menos, el acoso físico o psicológico al que someten, de forma continuada, a un alumno o alumna sus compañeros, y se puede hablar también —creo que es mejor emplear el castellano— de acoso escolar, o maltrato escolar, es decir cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico, producido entre estudiantes de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado, tanto en el aula como fuera de ella, o incluso a través de las redes sociales, lo que recibe el nombre de ciberacoso. Los protagonistas de los casos de acoso escolar suelen ser niños y niñas preadolescentes, aunque también se da en niños más pequeños, y son las niñas las que abarcan el porcentaje mayor de víctimas.

El «acoso escolar» es una forma característica y extrema de «violencia escolar», una especie de tortura sistemática, con la que el agresor somete a la víctima, a veces con el silencio, la indiferencia o la complicidad de otros compañeros, y está encaminada a conseguir la intimidación de la víctima, lo que implica un abuso de poder, ya que está ejercitada por un agresor más fuerte, ya sea esa fortaleza real o subjetiva, generando en el maltratado una serie de secuelas psicológicas que la mayor parte de las veces no están diagnosticadas, lo que hace que la víctima se muestre nervioso, triste y solitario en su vida cotidiana, y que, en algunos casos, la dureza de la situación acarree pensamientos suicidas.

Iñaki Piñuel y Araceli Oñate, que han investigado este tema, señalan hasta nueve modalidades de acoso escolar: bloqueo social, hostigamiento, manipulación, coacciones, exclusión social, intimidación, agresiones, amenazas y ciberacoso.

El acosador escolar no tiene por qué padecer ninguna enfermedad mental o trastorno grave de la personalidad, pero frecuentemente sufre algún tipo de psicopatología, y presenta ausencia de empatía, lo que explica su incapacidad para ponerse en el lugar del acosado, y ser insensible al sufrimiento de éste. Suele ser alguien que ha visto la violencia con regularidad, se acostumbra a ella, o en su ámbito familiar existe la agresividad, tratándole a él de forma inadecuada.

En ocasiones, el niño que desarrolla conductas de hostigamiento hacia otros busca obtener el reconocimiento y la atención de los demás, llegando a aprender un modelo de relación basado en la exclusión y el menosprecio de otros. Con frecuencia el niño o niña que acosa a otro compañero suele estar rodeado de una banda o grupo de acosadores que se suman de manera unánime al comportamiento de hostigamiento contra la víctima. Ello es debido a la falta de una autoridad exterior (por ejemplo, un profesor, el padre, la madre, un familiar, etcétera) que imponga límites a este tipo de conductas, proyectando el acosador principal una imagen de líder sobre el resto de sus seguidores.

Sin embargo, el acoso, aunque está tipificado fundamentalmente en el ámbito escolar, también se da en otros ámbitos: en la familia, en la pareja, en el trabajo, etcétera.

Pero vuelvo al principio, para decir que aquellos que son incapaces de perdonar y olvidar el bullying que sufrieron en su niñez o en su adolescencia, es —quizá— porque no han superado esa etapa, y eso sólo les perjudica a ellos, ya que dejan de ser felices pensando en el hostigamiento que sufrieron en una determinada etapa de su vida. Hay que pasar página; no podemos estancarnos en determinadas vivencias negativas; por lo tanto, lo mejor —entiendo— es arrinconar todo eso, pensar en el presente y mirar hacia el futuro con alegría y sin ningún tipo de odio, rencor o recuerdo negativo.


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