Esto es una que entra en La Ser y dice: ‘mucho del humor que hacen las mujeres es victimista o muy feminista’. Ojalá fuera un chiste, pero no, son las declaraciones que hizo Laura Sánchez Vegas, directora del local de comedia La Chocita del Loro en Madrid. Para acabar de rematar la faena, Francisco Carretero, gerente del mismo local declaró a El País que ‘El nivel de las cómicas que hay en España necesita un tiempo, hay que darles uno o dos años para que estén a la altura’.
Al final, estos dos responsables del local la Chocita del Loro verbalizaron algo que flota en el imaginario colectivo de una parte del sector de las artes en nuestro país. Este es el pensamiento rancio de muchos programadores y solo hay que pegar un vistazo a los carteles de eventos culturales variopintos para darse cuenta de que la presencia de mujeres artistas sigue siendo, por lo general, minoritaria. Sin ir más lejos, un conocido local de nuestra comarca que programa comedia durante varios años ha prescindido de las mujeres cómicas y, solo fruto de la presión social, en las últimas temporadas se ha decidido a incluir alguna, pero siguen siendo una clara minoría.
Hablando de esta polémica muchas personas se han lanzado a señalar que precisamente son las cómicas mujeres las que están destacando en estos momentos. Estirando el Chicle, Riot Comedy, Calladitas estáis más guapas (que codirige la maravillosa humorista porteña Sil de Castro), Martita de Graná, Deforme Semanal, etc. llenan salas, teatros, incluso estadios.
Y quienes dicen esto tienen toda la razón, nuestras cómicas han invalidado por completo el argumento de que las mujeres no llenan. Sin embargo, como dice la guionista Henar Álvarez, lo que tenemos que reivindicar es el derecho de las mujeres a ser mediocres, que se nos permita ser tan mediocres como a los hombres. Las mujeres de cualquier ámbito, no solo las artistas o cómicas, tenemos que demostrar el doble el hecho de que merecemos estar donde estamos. Por ejemplo, esto se ve de forma muy nítida en la música, donde habitualmente ellas se esfuerzan mucho más, no solo cantan, también bailan, se cambian de ropa 30 veces y hasta hacen trucos de magia si es necesario. Aun así, jamás logramos quitarnos el síndrome de la impostora, necesitamos hacer más y más porque parece que nunca es suficiente en una sociedad que desde que nacemos nos dice que somos menos.
Durante décadas el humor que hablaba de masturbación masculina, problemas con la suegra o poner los cuernos a tu novia ha sido el estándar de la comedia, lo que se supone que era del gusto del público general y que, al final, no era más que una visión masculina del mundo, en muchas ocasiones muy pobre, de pésimo gusto y cargada de machismo, homofobia o racismo. El humor está fuertemente relacionado con las experiencias vitales y una manera de ver el mundo, y cuando por fin el 52% de la población mundial, que somos las mujeres, tenemos acceso a un humor con el que sí que nos identificamos, resulta que es de nicho. Porque claro, lo pensado para hombres siempre es lo general y lo pensado para mujeres es sectorial, somos la alteridad, que diría Simone de Beauvoir. Por no hablar de que lo que interesa a las mujeres a nivel cultural es objeto de rechazo y ridiculización, no hay más que ver cómo esto se utiliza contra los y las artistas que tienen fans principalmente mujeres.
Se quejaba la gerente de la Chocita del Loro que las mujeres hacen humor feminista y quejica, ¡¿pero cómo no lo van a hacer si la opresión es nuestro día a día?! Y no hay mejor forma de subvertir la opresión que el humor.
En definitiva, el trabajo de las cómicas puede ser bueno o malo, puede ser feminista o no, puede representarnos más o menos. Las cómicas no son un grupo homogéneo, todo lo contrario, hacen un trabajo muy variado y, sobre, todo, igual de válido. Merecen la oportunidad de ser escuchadas tanto como los hombres, sin prejuicios, sin expectativas desmedidas. Programadores y programadoras de lo privado y de lo público, ¡dense cuenta ya!