La urgencia del buen periodismo

Viernes, 28 Mayo 2021 21:06

Esta semana me di cuenta de que un medio de comunicación me había cogido una fotografía que yo había hecho para ponerla en su portada, sin pedirme permiso y sin indicar mi autoría de la imagen, doblemente mal hecho. A raíz de esto, tuve muchas conversaciones sobre periodismo con los amigos y amigas a las que les fui contando este incidente, muchos de ellos también periodistas. Algunos me animaron a denunciar —el delito contra la propiedad intelectual parece muy claro— otros me hablaron sobre la falta de ética de quien había decidido cometer esa torpe maniobra. Aunque, evidentemente, me fastidió el asunto, supongo no me fastidió lo suficiente como para iniciar un proceso legal con todo el tiempo, dinero y esfuerzo que supone. Cuando me puse en contacto con el medio de comunicación pidiendo una explicación y esperando una disculpa, recibí algunas excusas y ninguna disculpa, que era prácticamente lo único que esperaba. Claro, estoy decepcionada, no solo con quien no ha respetado mi trabajo como fotógrafa, sino también con la profesión porque, a pesar de todos los cabreros y de todos los malestares, sigo intentando ponerme en la piel del otro, en este caso un compañero o compañera de oficio que estaba haciendo un reportaje y sacó de Internet una imagen para ilustrarlo sin pararse a pensar dos veces lo que estaba haciendo, seguramente porque ya no tenía más tiempo, estaba cansado y tenía todavía un montón de trabajo por delante.

La precariedad es una constante entre los profesionales de la comunicación, lo hablo muchas veces con compañeros de estudios y contactos del mundillo, que se sienten sobrepasados por una profesión que muchas veces no tiene horarios y que, generalmente, no está lo suficientemente remunerada. Después, nos encanta hablar de lo esencial de un buen periodismo, del cuarto poder, garantía de la democracia y todo eso. Y sí, el periodismo es esencial para llenar la esfera pública de información que propicie un debate público rico, pero, por desgracia, nuestro periodismo está malherido. Los cierres de redacciones y ERE en medios de comunicación están a la orden del día y ya no quedan prácticamente periodistas de investigación porque las redacciones simplemente no pueden permitirse tener a un equipo que, durante meses, en vez de llenar hojas y producir piezas como churros, se dedique a investigar y profundizar en las cuestiones.

En la calle también se siente este debate: ‘qué mal periodismo tiene España’, ‘no me creo nada de los medios’, etc. etc. Yo he escuchado este tipo de cuestiones y seguramente ustedes también. Sin embargo, ¿quién paga hoy en día por información? En un momento en el que hemos normalizado tener suscripciones de toda índole: Netflix, HBO, Spotify… Todavía muy pocas personas suman a este pack una suscripción a un medio de comunicación por puro interés de acceso a un periodismo de calidad y que no sea tan dependiente de una publicidad, que bien sabemos que puede condicionar líneas editoriales. Escribo estas líneas coincidiendo con la celebración del Congreso de la Sociedad Española de Periodística que, precisamente, se está centrando en los retos de la transformación digital y si algo me queda claro es que hay talento, ideas y muy buenos ejemplos de nuevos medios digitales que están explorando nuevas formas de negocio para hacer un periodismo de calidad: hay esperanza.

Otro motivo para el optimismo son los medios de comunicación públicos (cuando están bien gestionados, claro). Por ejemplo, el programa que emitió el otro día À Punt sobre la extrema derecha valenciana es una de esas piezas que solo la televisión pública podría hacer y, atención, porque tuvo un 5,7% de audiencia, un buen dato. Los trabajos de calidad gustan y enganchan a la audiencia. También tengo que destacar el trabajo del equipo de las noticias de À Punt cuando, lamentablemente, tuvimos que sufrir las consecuencias de la violencia machista en nuestro municipio. La pieza de su informativo fue una de las que más sensibilidad y perspectiva de género aportó y eso se merece todo mi reconocimiento, especialmente, cuando al mismo tiempo otros medios apostaron por el amarillismo y el detalle morboso. Tal cual, los medios públicos son imprescindibles para tocar los temas que nadie se atreve a tocar y contar las cosas desde el compromiso social.


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