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José Manuel Pedrós García

Iglesias

Viernes, 14 Mayo 2021 21:05

Carolina Bescansa dijo una vez que el tiempo en Podemos es como el de los perros: «Un año vale por siete». Y debe ser cierto porque las cosas suceden de una forma vertiginosa dentro de la formación morada. Después de todas las bajas y cambios que ha habido en los últimos tiempos, llega el mayor de todos ellos: La renuncia de Pablo Iglesias a todos sus cargos políticos y la vuelta a su condición de profesor universitario, o de comentarista político en televisión. Pero esto ¿es algo que se veía venir?, ¿es algo que él ya tenía premeditado?, ¿ha pensado que su ciclo ya ha terminado y es hora de dejar paso a otros?

Desde que empezó a ser conocido en las tertulias televisivas, y a destacar por su capacidad combativa, han sido muchas las críticas que ha recibido, los insultos, las amenazas, las constantes agresiones verbales y los escraches permanentes, algunos incluso desde la izquierda. Sus aires revolucionarios, sus palabras incisivas, su talante inquieto, su permanente denuncia de la corrupción política, todo eso ha sido algo que muchos no han perdonado. No han visto sus propuestas para intentar conseguir una sociedad más justa y más igualitaria, su apoyo incondicional a los desahuciados, a los migrantes, a los trabajadores y a la clase baja en general.

Cuando uno fallece todos son alabanzas hacia su persona, y en este caso, su «muerte política» podría haber traído algún tipo de consideración, de cariño, de misericordia, algún reconocimiento a su labor. Que la derecha no le haya perdonada nunca nada, que sigan hostigándole, que sigan dando hachazos al árbol caído, todo eso forma parte del tipo de actuación de cierta clase política que sólo se acuerda de los suyos, que sólo pretende engordar sus arcas y las de sus familiares a costa de lo que sea, que siempre ha despreciado a aquellos que sólo reclaman un mínimo de consideración; pero que algunos que se consideran de izquierdas sean capaces de negar el pan y la sal a todos esos injustamente tratados, eso no es de recibo.

Pablo Iglesias habrá cometido muchos errores, como todos. Nadie es perfecto, y el hecho de que hable varios idiomas, de que tenga varias licenciaturas y algún master, todo eso, en política, y más en la política actual, no se tiene en cuenta, aunque debería tenerse. Sólo se ha tenido en cuenta sus formas beligerantes, el que él, precisamente, criticase esa manera de actuar en política, y después haya sido el primero en no tener un talante moderado, una voluntad apaciguadora, un proceder pacífico y dialogante. No se ha tenido en cuenta para nada sus ideas renovadoras ni su defensa a los más débiles.

Yo soy el primero que pienso, como dice un dicho popular, que se consigue más besando que mordiendo, y creo que eso es lo que más le ha perdido a él. Quizá algunos piensen que esa es una forma un poco hipócrita, o falsa (la de actuar con moderación y recato), cuando se deberían decir las cosas claras, le pese a quien le pese, y en ese aspecto, Iglesias siempre ha sido claro y tajante.

Ahora Pablo ya no está en la primera línea de la política, ya no está liderando Podemos, pero el partido debe recomponerse para seguir existiendo, porque es importante que exista gente como ellos que luchen por los derechos de los más afligidos, de los más necesitados y que estén pendientes de lo que hace la derecha allí donde gobierna. Creo que ahora ya sabemos todos que aunque la derecha explote el enfrentamiento, la agresividad verbal y la desconsideración hacia todos los que no piensan como ellos, la izquierda no debe actuar así. La izquierda debe decir las cosas con claridad, pero sin ningún ánimo combativo, intimidatorio o de revancha, sin ningún tipo de acritud, sin acidez, sin mordacidad y sin sarcasmo. Creo que sólo así se podrán recuperar los votos de todos esos que no han visto lo positivo de las políticas que han intentado y que intentan velar por la verdadera libertad del pueblo y no por esa «libertad» que sólo es la palabra de un eslogan: una palabra que esconde la verdadera realidad.


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