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José Manuel Pedrós García

Ayuso

Viernes, 07 Mayo 2021 21:07

Que Isabel Díaz Ayuso iba a ganar las últimas elecciones de Madrid era algo que se veía venir, lo confirmaban la mayoría de las encuestas, y ya sabemos que cuando el río suena, agua lleva. La campaña del enfrentamiento se impuso a la campaña del sosiego. ¿Es esto lo que desean los madrileños? La opinión que tiene la ciudadanía no es cuestionable, pues en cualquier democracia, el pueblo es el que ejerce la soberanía, es decir, la titularidad del poder se le atribuye al conjunto de todos los ciudadanos, porque, en sentido estricto, la democracia es una forma de organización del Estado en la que las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidad a sus representantes. Todo esto no es cuestionable, pero ¿quiere decir que el pueblo no se equivoca?, ¿significa esto que los madrileños han votado a la persona adecuada, o que lo han hecho a la formación política más idónea, la que se ajusta más a los intereses colectivos? Quizá, como dijo José Sacristán de la derecha, ellos no tienen votantes, tienen feligreses.

Pero no es necesario afirmar o negar nada, sólo hay que ver el talante de una persona, para saber qué opina esa persona, cuál es su personalidad más recóndita, cuáles son sus intereses y sus inquietudes, y qué es lo que está dispuesta a hacer por el conjunto de la población, en este caso por los madrileños. Y una persona cuya prioridad es no encontrarse nunca con su ex, una persona cuyo ocio se encuentra vinculado a poder tomarse una cerveza con los amigos en una terraza (algo que, por otra parte, está muy bien, pero en determinados momentos y no como algo permanente o sublime), o tener plena libertad para poder asistir a una corrida de toros. Una persona con esas ideas se me antoja de una simpleza que roza la mediocridad, y no creo que debamos elegir a políticos mediocres, porque eso demostraría también la mediocridad del pueblo, aunque creo que eso es lo que parece que impera. Sin embargo, eso puede ser sólo una apariencia, un rictus, para intentar fingir una humildad y una sencillez de las que se carece. No lo sé con seguridad, habría que rascar mucho la superficie para ahondar en lo profundo, aunque determinadas personas tengan poco de profundo y tengan poco donde se pueda rascar.

Yo no he oído nunca a la señora Ayuso hablar, por ejemplo, de cine, de teatro, de ópera, de literatura o de arte. No le he oído hablar de ciencia, de tecnología, de investigación, de educación o de sanidad, salvo que lo haga en términos privados, claro, en términos que vayan a beneficiar a sus amigos, y creo que, precisamente en estos momentos, sería muy necesario potenciar lo público. Tampoco le he oído hablar de derechos humanos, de protección a los más necesitados, de amparo a los migrantes, al contrario, parece que existe una fobia contra estos colectivos entre sus acólitos, y quizá pueda pensar que, si los defiende, le van a pedir dinero o, peor aún, se pueden contaminar sus gentes, y lo que a ella le interesa son sus amigos del barrio de Salamanca, del Paseo de la Castellana, de la Gran Vía, de Recoletos o del Prado.

Está claro que cada uno tenemos nuestras prioridades en esta vida, y encaminamos nuestro asueto hacia todo aquello por lo que sentimos verdadera pasión, y todos no tienen por qué tener los mismos gustos ni los mismos criterios, pero hay una base, hay unos principios a los que nunca deberíamos renunciar. Eso es lo que creo. Si estoy equivocado, y es lo contrario, pido disculpas a quien corresponda, pero si no, espero que, al menos, se me conceda el beneficio de la duda.


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