Ni los de ayer ni los de hoy

Viernes, 30 Abril 2021 21:07

De pequeña me acosaban en el colegio. No recuerdo exactamente por qué, porque el tiempo ha ido borrando todo aquello, solo recuerdo algunas escenas como si mi vida hubiera sido una película. Creo que nunca acabé de encajar con unos compañeros que tenían un nivel socioeconómico mucho más elevado que el mío o porque tenía otros intereses. Recuerdo que se reían de mí por escribir aquí, en El Económico, que me rompían mis proyectos de arte en los que tanto esmero ponía y también alguna agresión física. Casualidades de la vida, hoy en día soy periodista y también diseñadora gráfica, así que supongo que en el fondo nunca pudieron amedrentarme en mis pasiones. Es un tema sobre el que no suelo hablar con nadie, jamás, porque se me pone un no-sé-qué en la voz que ustedes conocerán, el típico nudo en la garganta que a todos y todas nos sale cuando tenemos que hablar de algo complicado y que logramos disimular con más o menos acierto. Por eso, quizá es mucho más fácil dejarlo por escrito, aquí, en el periódico, y con motivo del próximo 2 de mayo, día contra el acoso escolar, además, porque con el tiempo he visto con perspectiva que el silencio no es útil para nadie. No es útil para mí, no es útil para los niños y niñas que hoy en día sufren acoso y tampoco debe ser útil para las personas que me acosaron, que si por un casual leen esto, espero que tomen conciencia para que en su adultez sean mejores personas.

Escribía la periodista Olga Rodríguez en Twitter, a razón de lo que sucedió en el debate de La Ser por las elecciones madrileñas, que ‘El bullying opera de modo similar: Acoso sistemático bien visto y normalizado contra una persona. Participar de él da puntos en el grupo social. Un día la persona agredida termina yéndose, mientras el acosador lo celebra con un "estamos mejor ahora"’. Matones y matonas hay también en el mundo adulto. Aunque creo en la capacidad de cambiar y mejorar de las personas, algo me hace pensar que la mayoría de los matones de hoy son los matones de ayer. Por desgracia, en mi vida adulta también me he tenido que enfrentar a este tipo de personas, especialmente en el mundo laboral, en ocasiones me he sentido rodeada de buitres carroñeros que venderían a su madre con tal de ascender. Curioso es que quien menos preparación tiene suele estar más seguro de sus habilidades, y vaya casualidad, habitualmente son los hombres, nosotras, en cambio, vivimos en el permanente síndrome del impostor, pensando que por mucho que nos hayamos esforzado y formado, vamos a fallar. No soy la única, por desgracia esta es la cultura organizacional que se ha instalado en muchos lugares; empresas, partidos políticos y a veces hasta en las familias o grupos de amigos y amigas. La competitividad feroz de la lógica neoliberal que reina en nuestra sociedad. En la infancia y en la adultez pasamos demasiadas horas en el colegio o en el trabajo como para soportar ambientes tóxicos: pedir ayuda es fundamental.

El otro día leí en un periódico digital que Miquel Montoro, el youtuber mallorquín, había declarado: ‘A los que me hicieron bullying en el colegio no les perdono’, así tal cual, en el titular de la entrevista. Yo llevo unos días pensando si perdono o no perdono a los que me han acosado en varias etapas de mi vida y de momento me decanto porque tampoco, aunque sea impopular no perdonar porque este mundo judeocristiano en el que vivimos así lo manda, pero he de decir que nadie nunca me ha pedido perdón, si no, me lo pensaría. Miquel Montoro después explicaba que mucha gente que en el pasado se metía con él ahora se quería acercar porque es famoso. Admiro su entereza y que jóvenes como él (tiene 15 años) se animen a contarlo e inspiren a otras personas. Seas quien seas, tengas la edad que tengas, si alguien te acosa, no te sientas culpable, cuéntalo y pide ayuda. Te prometo que vas a salir adelante.


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Modificado por última vez en Viernes, 30 Abril 2021 16:48

 

 

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