Cuando callas

Viernes, 05 Marzo 2021 21:08

Creo ser bastante consciente de los defectos de mi pueblo, el Puerto, tanto, que normalmente escribo sobre ellos, y creo ser lo suficiente duro en la autocrítica como para que hoy, con vuestro permiso, me permitáis el lujo de hablar de nuestras virtudes, intentando no caer en la autocomplacencia ni en el chauvinismo.

A mí me parece que este sería un pueblo normal y corriente, como tantos otros, si no fuese por unas características, fundamentalmente dos, muy peculiares que lo hacen diferente a la inmensa mayoría de otros pueblos.

Una de estas, y con ello no creo descubrir América, es que, aquí, la diferencia entre ricos y pobres apenas existe, no por méritos propios, sino como producto de nuestra pequeña historia: en este pueblo no hay ricos. Aquí convivimos pobres y menos pobres, familias de un buen pasar y pobres de solemnidad… aunque no estemos más o menos igualados, no hay grandes diferencias sociales ni económicas, lo cual evita gran número de conflictos, envidias, etc, y, al no haber ricos, estamos prácticamente liberados de caciques locales. Esta suerte pocos pueblos la tienen.

Unido a esto está lo que yo definiría como su virtud principal: al ser y estar compuesto - producto de su pequeña historia, no por méritos propios - de gentes procedentes de todo el estado español, sin una mayoría clara de ningún colectivo, el impulso nacionalista excluyente casi no existe. Como resultante y consecuencia de ello este es un pueblo en el que nadie es forastero, un pueblo acogedor como muy pocos.

No hay nada que más me satisfaga, que hablar con personas que dicen o cuentan lo bien que se han sentido desde el primer momento de su llegada y, algunos otros que, después de llegar de sus lugares de procedencia y haber probado a vivir en lugares cercanos han terminado por trasladarse al Puerto por la única razón de encontrarlo más acogedor.

No dejaré que se me caliente la boca en alabanzas, tenemos muchos defectos, muchas carencias, muchas, pero me he prometido que hoy no tocaba citarlas, hoy prefiero centrarme en que el pueblo en el que vivo tiene la cualidad de recibir con naturalidad a los forasteros pobres y menos pobres. No competimos con Marbella: los jeques se los dejamos para ellos. Esto es un Puerto franco, puede llegar quien quiera, lo desee o lo necesite. Y a nadie se le cobra peaje. Es el único orgullo de tipo localista que tengo: ser parte de una población que, serena, sin aspavientos, se hace merecedora de un amor como expresaba Neruda en estos versos.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente / Distante y dolorosa, como si hubieras muerto / una palabra entonces, una sonrisa bastan, / y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


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