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Alejandro Mayordomo Buendía

Niños y niñas. Héroes y heroínas

Lunes, 25 Enero 2021 11:49

Quizá sea intrínseco al ser humano tener la necesidad, por razones varias, de encontrar héroes con los que autolavar su conciencia en un momento determinado. ¡Qué sería de la Historia con ausencia de héroes! El mismo Cascorro con la lata pasó de ser un soldado anónimo, “inclusero, que le tocó en suerte ir a la guerra” y se ganó en la guerra de Cuba “los laureles de la inmortalidad” con una lata de petróleo con la que incendió el fuerte enemigo. “Había muerto un hombre _acribillado a balazos mientras avanzaba_, pero había nacido un héroe”. Se cuenta en el “Florido Pensil”, ese libro de memoria de la escuela nacionalcatólica, de ANDRÉS SOPEÑA MONSALVE.

Hoy, y cada día más, leo comentarios en las redes sociales en que a los niños y niñas en edad escolar se les llama, y considera ya “héroes”. Se dice de ellos que cumplen mejor que los adultos _y que nadie_, las normas, medidas, decretos. Con responsabilidad, con constancia, entendiendo la necesidad, cumpliendo casi al ciento por cien todas y cada una de las instrucciones que reciben a diario. En casa, en el cole, en la plaza. Con el gel, la mascarilla, las líneas en el suelo, el aislamiento en las islaspupitre; con el frío que pela y aguantan con manta. Sin un abrazo ni un beso con compis, hermanos, primos, amigos, abuelos...Mayormente lo leo en madres que, al fin y a la postre, son las que se los atienden, cuidan e instruyen en mayor proporción que los padres. En alguna docente _de las llamadas “de vocación” _ también. No lo voy a cuestionar porque ya no lidio con ellos y por tanto sería temerario por mi parte decir lo contrario. Solo cuestiono la consideración de héroes.

La “hazaña” y los “valores” que se les asignan al considerarlos así, al no ser voluntarios, sino más bien impuestos, acatados por el acojono, por el temor inculcado hacia un “ser” desconocido, dañino, mortífero, e incomprensible para su edad, no deviene en heroicidad alguna, sino en resignación; plegándose y cumpliendo como mejor saben y pueden todo lo que sus referentes le señalan como beneficioso, por su bien. En muchos casos sometidos al chantaje y la coacción. Y sin posibilidad de disponer todavía de herramientas de análisis y comprensión para decidir conscientemente que lo hacen de “forma muy abnegada en beneficio de una causa noble”. No pueden tener voluntad y consciencia para pretender que alguien los considere como ni héroes, ni heroínas (muchos sanitarios adultos rechazaron esa condición allá por el mes de mayo-junio pasado).

Alguien, un poder oculto, en un momento determinado _quizá al final de la llamada “primero ola”_ debió advertir a los gobiernos dóciles (y dependientes) dos cosas: una, que la producción, el comercio, la distribución  de los grandes no se pararía bajo concepto alguno, teniendo los señores y señoras “productores” que asistir, sí o sí, al puesto de trabajo, fuese en trenes o autobuses abarrotados, por ejemplo. La otra, que para posibilitarlo les sugería que los centros de aparcamiento de niños y adolescentes, en edad escolar, no se cerrarían, para posibilitar, precisamente ese aparcamiento imprescindible para la inmensa mayoría de “señores productores”. Ambas no serían cuestionadas y debían ser vendidas como imprescindibles, y como actividades seguras _en el caso de los coles, supersuper-seguras_. De paso se libraba a los padres y madres de un más que probable “al borde de un ataque de nervios”. Y de paso los funcionarios docentes, obedientes en donde los haya, verían superado su temor a un ERTE público que les reduciría drásticamente los ingresos, y por ende, el consumo extra.

Si en la primera ola pandémica los sanitarios fueron vitoreados, aplaudidos y elegidos como héroes y heroínas por los que no estaban en primera línea. Si visto lo acontecido después _se les abandonó a la suerte de “la ayuso” de turno, y si ahora ya no es posible repetir, buscamos a otro colectivo en los que descargar nuestra mala conciencia: NIÑOS, HÉROES. Esa parece ser la explicación de la apuesta (aunque sin saber que está pasando realmente, los aparquemos allí, vigilados, como el lugar más seguro del mundo frente a un virus retozón). “NIÑÓDROMOS”, que lo llamaba una madre). Llenemos los balcones de carteles con “NIÑOS Y NIÑAS HÉROES Y HEROINAS”, y los adultos podremos dormir en paz. Nos estamos luciendo.


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