Borges

Viernes, 22 Enero 2021 21:06

Un equipo modesto de fútbol, por ejemplo, puede ganarle en un momento determinado a uno importante, lo vemos todos los años en la copa del Rey, en la que un equipo de segunda que nadie conoce consigue pasar a la siguiente fase al dejar en la cuneta a uno de primera. En el tenis ocurre algo similar, y también vemos a menudo como en un torneo de Grand Slam, un tenista mediocre, de esos que no han llegado al top 50 del Ranking de la ATP, desplaza a una estrella del top 10, aunque después no vuelva a hacer un partido tan redondo como ese con el que ha conseguido apear del torneo a la figura; pero ese día, para el equipo o para el tenista ha sido un día especial, todo les ha salido bien, nos han entusiasmado a todos con su juego y han conseguido pasar a la fase siguiente.

Una cosa similar puede ocurrir con la literatura. Un libro de un escritor famoso, de esos que es imprescindible leer, no consigue atraparnos con su lectura y, en cambio, un libro de un autor desconocido nos engancha desde el principio y no podemos dejarlo hasta llegar al final. Le ha pasado a mucha gente que conozco con «Cien años de soledad», y confieso que a mí me ha ocurrido lo mismo con «Ulises», de James Joyce, lo he empezado a leer tres o cuatro veces, y no he conseguido pasar de la página 50, y eso que tanto la obra de García Márquez, como la de James Joyce, están consideradas por muchos las dos mejores novelas del siglo XX.

Jorge Luis Borges, y cito textualmente, decía: «Creo que la frase “lectura obligatoria” es un contrasentido; la lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado. ¡Felicidad obligatoria! La felicidad también la buscamos. Yo he sido profesor de literatura inglesa durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a mis estudiantes: “si un libro les aburre, déjenlo; no lo lean porque sea famoso (el libro o su autor), no lean un libro porque sea moderno, no lean un libro porque sea antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo, aunque ese libro sea El Paraíso Perdido —que para mí no es tedioso— o el Quijote —que para mí tampoco lo es—. Pero si hay un libro tedioso para ustedes, no lo lean; ese libro no ha sido escrito para ustedes”. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad, de modo que yo aconsejaría a esos posibles lectores de mi testamento —que no pienso escribir—, yo les aconsejaría que leyeran mucho, que no se dejaran asustar por la reputación de los autores, que sigan buscando una felicidad personal, un goce personal. Es el único modo de leer».

Yo también creo que, si una película no nos atrae, con no verla está todo solucionado; y si un libro no nos parece interesante, por muy bueno que sea, debemos dejarlo aparcado (quizá para otra ocasión). En definitiva, si algo nos aburre, no debemos prestarle atención, aunque una mayoría considere que es una obra maestra; pero escuchemos música, vayamos al teatro y a ver exposiciones, vayamos al cine, y leamos, porque la cultura y el conocimiento son, en general, y más en estos tiempos de pandemia, lo único que puede hacernos verdaderamente libres, y sobre todo verdaderamente felices.


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