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Alejandro Mayordomo Buendía

Evalúa, que algo queda

Lunes, 11 Enero 2021 10:19

Otra vez nos encontramos al comienzo de un año nuevo y seguimos leyéndonos por aquí. Atrás quedaron los amargados deseos para que 2021 pasara rápido y los anhelos agobiados para que se presenciara 2021. Pues ya estamos en él. El comienzo ha sido para frenazo brusco, en seco. Quieto parao, que esto no ha comenzado como se esperaba. Todo el mundo ha pasado en cuatro días de hablar de un virus mutante, al puchero con el agua helada de enero. Y es que la gente de cierta edad somos dados a los refranes. En cualquier caso, reitero mis mejores deseos para los lectores de EL ECONÓMICO y héroes visitantes de esta humilde columna. Tenía un asunto aplazado que voy a abordar, aunque sea meando a destiempo, y quizá, fuera de tiesto.

La ineludible nueva Ley de Educación (a gobierno nuevo, ley nueva, y tiro porque me toca), en este caso conocida como “La Celaá” que nos deparó por fin el final de año anterior, se presenta “bonica”. No voy a gastar calificativos (ni argumentos), ni a favor ni en contra, porque ya están todos dichos. Todos interesados; de ambos bandos. Pero sí sé que aporta más galimatías a lo ya legislado. Consecuencia: no se la va a leer nadie. Ni quien la debe aplicar, ni yo mismo. Ya me he leído bastantes en 33 años. Suficiente. Me preocupa, eso sí, el desmantelamiento paulatino del servicio público de educación. El asedio comenzó hace años, y cada día se profundiza más en ello. Lo iremos viendo. Conveniencias del Sistema.

Lo que sí he visto y escuchado han sido los resultados finales de evaluación de algunos alumnos y alumnas cercanos. Tanto los de final de curso pasado como los de este primer trimestre (enseñanza primaria e infantil). Bajo mandato de la LOMCE (dará igual bajo vigencia de la LOMLOE). No es una muestra significativa, claro, pero sí sintomática que se resume: si hay que aprobar, se aprueba. Si hay que dar sobresalientes, se es generoso. Si los padres (y el Sistema) necesitan euforia y mantener la cabeza debajo del ala, se les dice lo que solo quieren oír. Si hay que dar premios por la colaboración y heroicidad ante la situación pandémica, qué más da un Bien que un Notable, que un Sobresaliente. Y si, encima, me evito acumular problemas que me vayan generado las “autoridades” por hacerme trabajar y evaluar en estas circunstancias y con estos medios, pues a contentar al usuario, y sálvese quien pueda: “Ahí os dejo el pastel”.

Ya en su día la Evaluación del rendimiento académico (y otros cuentos) era “política”. Tengo delante de mí los “resultados” de evaluación de los tres trimestres, y final, de un curso del que era tutor a comienzo del milenio, en el que los veintitrés alumnos “adaptaban el seu cant al grup”, según determinaba la especialista en música. Todos seguían “el ritme sense dificultad”, reproducían “ritmes senzills”, les agradaba “escoltar música i cantar”, además de “cantar amb bona entonació i ritme”, y así. Resulta que la número 22 mostraba un mutismo selectivo de caballo. O en aquel curso en que llegó a primaria “la vinagreta” de inglés. Ell suspenso generalizado en la asignatura en la primera evaluación, armó la revuelta (estaban acostumbrados “a otra cosa”). “Pero si mi hijo sacaba notables y sobresalientes el curso pasado ¿qué pasa?” Si el curso anterior la titular tiraba de aprobados y buenas notas de manera generalizada, ese curso, quien le relevaba en la asignatura, quedaba con el culo al aire; a los pies de los caballos. ¿Cómo saber, con certeza, la justicia evaluativa y el rigor aplicado? Regía la LOGSE. Pura política.

Por fin. Sé de una persona cercana que está muy eufórica con los resultados (sobresaliente todos) de sus hijos todos (3). Otra, próxima, que ídem. A pesar de todo lo acontecido desde marzo han aumentado el rendimiento (conocer el listón ya es otra cosa). Escuché (por diciembre fue) en una panadería y en dos mesas cercanas de bar, madres tertulianas comentar su contento con las inmejorables notas (y los progresos) cosechadas por sus retoños (claro que, la mitad al menos, lo consideraban méritos propios). Bueno pues: ni la LOMCE, ni la LOMLOE, ni la próxima NOCUELA va a solucionar el tema de las evaluaciones, que seguirán siendo política pura para un nuevo lustro. Luego, pasa lo que pasa, vemos y constatamos.  Eso es lo que, atrasado, quería contar.

Cuidado con los resbalones, el deshielo, y la evaluación del segundo trimestre. A pesar de todo, con coles abiertos o cerrados de nuevo (Merkel acaba de asustarnos un poco más) el éxito escolar está asegurado. Evalúa, que algo queda.


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