Tú, ves jugando…

Viernes, 13 Noviembre 2020 20:08

Jugar es algo natural en los seres humanos, además de ser bastante necesario. No hace falta ser antropólogo ni un estudioso del tema para estar seguros de que, desde hace muchos miles de años, allá en las cavernas, hombres, mujeres y, sobre todo, los niños, jugaban a lo que fuese, aunque no dispusiesen de una Play Station.

El juego sirvió y sirve para socializar a las familias y grupos humanos. Basta contemplar una familia de chimpancés o de leones para entenderlo. El juego ha servido como correa de transmisión de habilidades, rutinas y ejercicio físico, además de valores de convivencia; recuérdese las luchas entre cachorros de lobos, leones, monos, etc, los combates duran hasta que el vencido le ofrece el cuello al vencedor en señal de rendición. Tanto ese vencedor como el vencido aprenden, jugando, que cuando sean adultos no deben matar, a no ser que sea necesario para defenderse o comer.

En todas las culturas se considera que jugar es un aspecto importante de la educación y creo que, realmente, así es. Ahora bien, el desarrollo humano permite en estos momentos la proliferación de juegos de todo tipo y, últimamente, dicha abundancia puede llevarnos a una distorsión o aberración que puede estar muy lejos del origen e idoneidad de los propios juegos.

Es una aberración que el Estado sea tan permisivo con las empresas de apuestas. En este país se está produciendo en ese aspecto otra especie de pandemia que está acabando con la economía y la convivencia de muchas familias. Y lo peor es que nada justifica el haber “liberalizado” el juego. Siempre hemos tenido, para aquellos que lo hemos deseado, cubiertas diferentes posibilidades de jugar, a través de las Loterías y Apuestas del Estado, y nadie, salvo los enfermos ludópatas, necesitaba más.

El caso de la ONCE es aparte. El trabajo y labor de este organismo es cuestionable, como todo, pero en general hay que saludar con muchísimo respeto la inmensa labor social que viene cumpliendo durante décadas.

Otra cuestión referente al juego es la posible prioridad, o no, que deba tener en nuestras vidas. A mí me enseñaron de niño que podía jugar todo lo que quisiera, pero siempre después de haber realizado todas mis tareas domésticas y haber estudiado. A mis padres les costó mucho pero hoy les estoy agradecido, pues gracias a ellos, aprendí a distinguir entre cuales eran las prioridades reales y cuales las secundarias.

Volviendo a la educación. En esta pandemia que nos obliga a confinarnos, los padres han de estar más atentos que nunca a los juegos que practican sus hijos, sin olvidar nunca que la educación empieza y termina en casa. Lo demás es instrucción y aprendizaje.


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