Moción de censura

Viernes, 30 Octubre 2020 19:05

El discurso de Pablo Casado, previo a negarle viabilidad a la moción de censura de Vox, parece que quiso ser el preámbulo para instalar a su partido en ese centro derecha que desea recuperar. Esperemos que sus palabras no sean un nuevo canto de sirenas para atraer a los incautos (léase inocentes) que aborrecen a la izquierda, y esta vez se lo plantee con la seriedad que requiere un partido que ya ha gobernado los destinos de nuestro país.

Está bien que exista una derecha moderada, una derecha centrada, que luche por los intereses de todos los españoles y no sólo por sus propios intereses (o como mucho por los intereses de sus votantes), algo que esperamos que sea así en un futuro más o menos próximo, y que las palabras de Casado no formen parte sólo de un discurso hueco, o un discurso con el que quiera complacer a su electorado, sino que se materialicen en algo positivo para que, en breve, pueda apoyar determinadas medidas (al menos, las medidas de estado) de este gobierno de izquierdas que desde que se formó se ha encontrado con el escollo del COVID-19, que le ha impedido desarrollar en toda su extensión las políticas sociales que urgía implantar y que estaban tanto en el programa del PSOE como en el de Unidas Podemos.

Sin embargo, Casado quiere a toda costa que Pedro Sánchez se desvincule de Podemos, de Bildu, de Esquerra Republicana y de todos esos partidos con los que aún comulga menos que con Vox. Porque hasta ahora el PP ha estado gobernado en algunas comunidades autónomas y en algunos ayuntamientos con el apoyo de Vox y de Ciudadanos, que también hasta ahora parecían ser sus socios naturales; pero también los socios naturales del PSOE son, o deben ser, los partidos de izquierdas que apoyaron tanto la moción de censura anterior como la formación de gobierno tras las elecciones generales; por lo que no se comprende que Casado quiera aniquilar a unos partidos que han demostrado ser bastante más democráticos que el partido de Abascal.

En cualquier caso, hemos de alegrarnos que el PP marque distancias con Vox, y destierre ese odio visceral de la extrema derecha hacia todo lo que no es derecha. El odio nos destruye como personas, y todos los extremismos siembran odio y desprecio; por eso es bueno que el PP ocupe realmente el centro derecha, que debería ser su espacio natural, y se desvincule de esa corrupción que ha alcanzado a muchos de sus miembros; pero ha de pensar también en arrinconar la confrontación y la agresividad verbal hacia esa izquierda que tanto le molesta y que desea barrer.

Un partido democrático, con aspiraciones de gobernar, no debe poner zancadillas a la labor de los demás; debe construir y no destruir; no ha de aliarse con esos extremismos que sólo van a naufragar en su propia mediocridad; no puede entrar en el juego de la derecha más deshonesta y de los absolutismos más indecentes; debe de instalarse en el presente, mirar hacia el futuro y no regodearse en ese pasado de sables e intolerancia; porque la libertad y la democracia que hemos conseguido todos los españoles no puede sufrir ningún retroceso ni ninguna vuelta hacia esos totalitarismos a los que Europa plantó cara hace mucho tiempo.


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