¡EPA!

Viernes, 23 Octubre 2020 19:06

Cuando alguien menciona la palabra EPA, en este pueblo nadie se confunde, nadie entiende que se refiera a la interjección con que se anima a un(@) niñ@ a saltar; o, la expresión utilizada por los mejicanos para avisar de un peligro; o, la que emplean los chilenos para animar a alguien; o bien, la que se utiliza en Perú para saludar a un amigo. Tampoco nadie piensa en la Encuesta de Población Activa. No. Aquí, cuando oímos la palabra EPA todo el mundo sabe de qué se habla, de algo que se ha convertido, después de un trabajo incesante de 36 años, en un componente imprescindible de nuestro ser social.

La EPA (Educación Permanente de Adultos) no solo representa una garantía de asistencia al Aprendizaje Continuo, para cualquier persona interesada en ello, sino también la utilitaria preparación para graduarse en la enseñanza secundaria, o, para acceder a la Universidad. Sirve para eso y también para aquellas personas interesadas en la formación, la cultura o el arte, actividades que nos procuran una mente activa, estimulan el cerebro, nos producen bienestar emocional y mejoran la calidad de nuestras vidas.

Pero, al menos para mí, lo más importante, lo más interesante, no es eso. Lo principal, para, mí es que es un instrumento perfecto para socializar a los cientos y cientos de ciudadanos que pasamos por ella año tras año. Los alumnos de la EPA aprendemos a relacionarnos de otro modo entre nosotros, se generan relaciones que ya no son de vecinos, sino de compañeros, de personas que compartimos tareas y aprendizajes en común, cuestión vital para el desarrollo sano y feliz de un pueblo, que su Sociedad Civil se vertebre y que sus miembros se sientan parte de ella. A mí me gustaría vivir el día en que al oír a alguien decir las palabras “mi pueblo” no tuviese que dudar de si se refiere a aquí, o a Cella, o a Caudete de las Fuentes.

Tampoco se puede, ni se debe, olvidar el inmenso trabajo e influencia que la existencia de la EPA ha tenido en las mujeres. Probablemente será una casualidad, pero una casualidad muy afortunada, que estos 36 años de labor de la EPA hayan coincidido con el crecimiento y extraordinaria evolución que ha conocido el feminismo en este pueblo; seguramente nadie lo había previsto, pero la realidad es que, en el evidente cambio positivo de visión de nuestras mujeres y su evolución, la EPA ha colaborado muy eficazmente para juntar la miel con las hojuelas.

Posiblemente el símil empleado anteriormente es exageradamente dulzón, pero está claro que el despertar de las conciencias, y el de las consciencias, siempre ha de ir de la mano de la cultura y de la educación.


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