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Viernes, 18 Septiembre 2020 19:04

La semana pasada el Ministerio de Igualdad daba a conocer los resultados de su macroencuesta sobre violencias machistas y los resultados son escalofriantes: una de cada dos mujeres ha sufrido algún tipo de violencia machista a lo largo de su vida, las violencias machistas afectan a más de 11 millones y medio de españolas de más de 16 años. Y, ojo, estas son solo las mujeres que reconocen haber sufrido este tipo de violencia, me pregunto cuántas serán las que la han sufrido pero no han sido capaces de reconocer que han sido víctimas. Yo misma hasta que no me acerqué al feminismo no tuve las herramientas necesarias para reconocer ciertas situaciones de violencia que había vivido y es que, además, esas agresiones muchas veces son muy sutiles, el ataque físico o el asesinato son solo la punta del iceberg de muchas otras.

Este tipo de estudios nos ayudan a desmontar muchos de los mantras del neomachismo, que dicen que la violencia es puntual, que son casos aislados y por parte de un loco. Y no, queda bien claro que la violencia es estructural, las cifras de este y otros estudios demuestran la existencia de una violencia sistemática de los hombres hacia las mujeres en diferentes ámbitos de su vida, por parte de parejas o exparejas, pero también de familiares, compañeros de clase y trabajo o desconocidos. El informe apunta que el 99,6% de las mujeres que han sufrido violencia sexual la experimentaron por parte de un agresor hombre. Además, llama la atención que el 16% de las mujeres han sufrido una situación de acoso reiterado, el 33,2% al menos una vez por semana y el 26,0% lo han sufrido todos o casi todos los días. No existe ninguna cuestión biológica que justifique que una y otra vez los hombres sean agresores y las mujeres víctimas, se llama patriarcado y es una estructura de opresión de la mitad de la población hacia la otra mitad y tiene sus raíces y sustento en un sinfín de cuestiones como la educación, la cultura o la religión.

Quien identifique que está siendo víctima de una situación de violencia que no dude en pedir ayuda formal o informal porque el estudio también revela que las mujeres que pidieron ayuda a alguien de su entorno (amistades, madres, padres...) tuvieron más éxito acabando con esa situación. Por eso es fundamental el compromiso de todas las instituciones y sociedad civil con la lucha contra las violencias machistas y atención a las víctimas, tenemos que ser capaces de tender la mano a quien lo necesite. En situaciones de violencia dentro de la pareja las mujeres que pidieron cualquier tipo de ayuda rompieron la relación en un 81,9% de los casos. Sin embargo, la desconfianza en las instituciones sigue siendo muy importante, muchas mujeres no denuncian o buscan ayuda y eso significa que algo está fallando. Los sistemas de protección tienen que generar confianza para que puedan funcionar, las mujeres tienen que sentirse escuchadas, acompañadas y protegidas. Donde fallan las instituciones está el trabajo de personas maravillosas, mujeres que se organizan en asociaciones y colectivos para asesorar y concienciar, como puede ser Mujeres Supervivientes aquí en el Camp de Morvedre, pero el sistema no se puede reparar sólo con trabajo voluntario, hace falta más.

Con estos datos en la mano, es el momento de pasar a la acción. La aprobación de la Ley de Libertad Sexual ya fue un gran paso para atajar este problema y ahora el Ministerio de Igualdad está trabajando en una nueva Estrategia Nacional para Combatir las Violencias Machistas, para garantizar que las políticas públicas que se realicen vayan encaminadas hacia la lucha contra la desigualdad, la erradicación de las violencias y garantizar a las mujeres españolas una vida en plena libertad. Pero como se suele decir, el cambio también empieza por uno mismo. Comenzar a pensar en los privilegios que tenemos y la violencia que ejercemos —consciente o inconscientemente— sobre otras personas es imprescindible para conseguir un cambio real. Dejar de aplaudir los comportamientos que perpetúan las situaciones de violencia y desigualdad y señalar los comportamientos machistas son cuestiones básicas que deberíamos de emprender como sociedad y, por supuesto, educar a las próximas generaciones para que respeten y vivan en igualdad, porque la educación es la mejor herramienta para cambiar el mundo.


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