Juan Carlos I

Viernes, 07 Agosto 2020 19:07

El pasado martes, el Gobierno de España, después de ‘pastelear’ un acuerdo con la Federación Española de Municipios y Provincias que preside el socialista y alcalde de Vigo, Abel Caballero, aprobó un decreto ley por el que la administración central, de entrada, se apropia de los superávits municipales. La orden también recoge un futurible: que esos fondos se puedan devolver, a partir de 2022, en los siguientes quince años. Y es que todo es poco para la reconstrucción de España, donde, por cierto, nada se ha destruido. Pero este es otro debate.

El coronavirus es versátil, sirve, al mismo tiempo, para un roto y para un descosido. Este virus ha justificado el encierro de millones de españoles por espacio de varias semanas, eso sí, por el bien de toda la ciudadanía, faltaría más. También ha sido de mucha utilidad para justificar la liberación de fondos públicos, por cientos de miles de millones de euros, que van a ser destinados en Europa al rescate de las grandes empresas y los bancos, que mucho antes de que apareciera el bicho ya venían renqueando. Ya sabemos que la deuda es la gasolina que impulsa el sistema. Ahora se justifica lo que a todas luces es la incautación de los superávits municipales, el país así lo exige y no hay más que hablar.

Si todas estas medidas hubieran sido tomadas por un gobierno de corte conservador, las ‘hordas progresistas’ ya le habrían pegado fuego al palacio de invierno, sin embargo, siempre que se deben implementar cambios severos en el país, se encomienda ese encargo a las opciones denominadas de izquierda, más que nada porque contienen eficazmente la ebullición social. Acuérdense, por ejemplo, de quiénes fueron los que acometieron las reconversiones en la industria española durante la década de los 80. Ese fue uno de los peajes que se pagaron para poder entrar en la Unión Europa, pero este también es otro debate.

Al final, que el Estado se apropie de los superávits municipales, es otra forma más de meter la mano al bolsillo de los ciudadanos, en lo que, a todas luces, constituye una subida indirecta de impuestos. Ojo, que las directas y los recortes también llegarán a su debido momento. Las condiciones que lo justifiquen ya se han creado. Tiempo al tiempo. En definitiva, como todos los recursos económicos son pocos para reconstruir la nación, se castiga a los buenos gobiernos consistoriales, que son los que gestionan bien los fondos económicos, apoderándose el Estado de los superávits que han generado. Los manirrotos, que tiran el dinero público como si fuera confeti, se van de rositas. Entretanto, todo el mundo se entretiene con lo que está dando de sí el enésimo viaje de Juan Carlos I.


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