Objetividad

Viernes, 24 Julio 2020 19:07

El no pertenecer a ningún partido político nos permite ser más objetivos que cuando formamos parte de alguno. Nos da la libertad suficiente para poder mirar en cualquier dirección, para verlo todo. Los que están sujetos a la disciplina de algún partido se encuentran atados, y sólo pueden (o sólo quieren, o sólo deben) mirar en esa dirección. Tener una visión sesgada les incapacita para poder opinar con propiedad de cualquier cosa. No tienen esa visión espacial que se requiere, y siempre es importante ver tanto lo negativo como lo positivo de todos y de todo. Cuando nos centramos sólo en algo, y no vemos lo opuesto, nuestra mirada se convierte en algo así como la de un francotirador, que tiene enfocado el objetivo a batir en la cruz de su mira telescópica, y eso es lo que hace que nuestras palabras fluyan, no con la delicadeza de la consideración y del reconocimiento, sino con el dardo de la ofensa.

En realidad, es difícil ser totalmente imparcial, totalmente objetivo. La mayoría de las veces, estamos sujetos a la dictadura de nuestra forma de pensar, y aunque queramos ver la bondad de otras opciones políticas diferentes a la que marca nuestro semblante, no es fácil sustraerse a ello, pero, de cualquier forma, siempre es mejor ser libre que estar atado a una u otra opción.

Antes leíamos aquellos periódicos que eran, más o menos, de nuestra onda política, pero eso nos permitía estar informados sólo de una parte. Lo mismo ocurría si escuchábamos la radio, y siempre la teníamos sintonizada en el mismo dial. Algunos leíamos cualquier diario que cayera en nuestras manos, aunque no fuera de nuestra ideología, con lo cual veíamos las opiniones o las críticas de todo lo que circulaba a nuestro alrededor, y eso nos permitía quedarnos con aquello que nos pareciera más adecuado, en detrimento de lo que podíamos considerar menos conveniente o menos oportuno. La televisión era otra cosa. Los de nuestra generación tuvimos durante mucho tiempo sólo la 1 y la 2, con lo cual no podíamos elegir mucho, y estábamos condenados a aceptar como bueno todo aquello que nos ofreciera el ente público; y esto, unido a la censura franquista, no nos dejaba mucho margen para tener alguna opinión diferente a la de los Principios Fundamentales del Movimiento, aunque cada uno buscábamos un resquicio para escapar de semejante imposición.

Ahora, además de poder leer los periódicos que son de nuestra preferencia, o de ver las cadenas de televisión que más nos atraen, tenemos las redes sociales. Las redes sociales son muy democráticas, nos permiten opinar a cualquiera. Ahora no es sólo leer o ver aquello que sea de nuestro agrado, es verlo todo, poder opinar de todo y poder criticarlo todo. Sin embargo, hay muchos que tienen la mirada desviada hacia un lado, y no son capaces (o no somos capaces, debo incluirme también por lo que me pueda corresponder) de girar la cabeza y ver que el otro lado también existe, aunque el problema fundamental (y eso ya no es tan democrático) es que algunos tienen siempre el fusil preparado, esperando que alguien diga algo que no les parezca apropiado, para vaciar el cargador con su verbo más afilado, sus palabras más soeces o sus insultos más hirientes.

No quiero cargar de demagogia mis palabras, ni actuar en plan moralizador, pero más de una vez deberíamos reflexionar, pensar dos veces lo que vamos a decir, antes de decirlo, intentar actuar con educación y prudencia, y dejar a un lado esa visceralidad que a menudo nos corroe frente a todo aquello que no es de nuestra onda o de nuestra ideología.


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