Los 40 días de Grey

Jueves, 23 Julio 2020 13:21

Según el calendario que llevo en el móvil, y en lo dispuesto por la autoridá, son cuarenta los días que faltan para que las docentes y los docentes, al menos, se incorporen a sus centros de trabajo, sufrimiento y placer. Y cuarenta y cinco para que en la Comunidad Valenciana (uno de los diecisiete reinos de taifas) los que hayan adquirido la condición de alumnas y alumnos deban, por lo sabido hasta ahora, incorporarse a sus centros de enseñanza (o diversión). Por mi parte, como ya no me puedo incorporar, veré el espectáculo desde la barrera, pero estaré atento, muy atento, porque tengo intereses en saber, en primer lugar, qué será de mis dos descendientes que por primera vez se toparán con la realidad escolar. ¡Menudo estreno, los pobres!  Y sin que ello quiera decir que pase de lo que les ocurra, o no, al resto.

En este galimatías sanitario y educativo-normativo, contradictorio; en este negocio de buitres; con estas expectativas; para las obligaciones e imposiciones; contemplo tres escenarios posibles que, como todas las predicciones, tienen sus riesgos; pero como no cobro...

El primero. Según lo dispuesto por el criterio de Celaá (Soler y Marzà, con cara de bobalicones, mirándola en el plasma), con el visto bueno de Illa y Simón (quizá haya sido en los despachos al revés), en lo que queda de Estado, todo “quisqui”, en septiembre, a sus puestos; y lo será, en general, presencialmente. Dando la cara, viéndose las caras, pudiéndose tirar cuescos, oliéndolos como toda la vida; pero también pudiendo inhalar toses, y comerse los “achises” y demás, con o sin virus, griposos o acatarrados, con mascarillas o sin ellas, con grupos “burbujas” o inter-comunicados, con más o menos (me decanto por esto último) profesorado sirviendo igual para un roto que para un descosido, etc. Si la economía es lo primero, es la consecuencia que se deriva. Todo se decidió (tarde, y cuando no había escapatoria), como es conocido, creyendo que podría colar que, el afamado virus estaba, “controlado”. Habrá descontento profesional, bajas incentivadas hasta “a ver”, riesgos por determinar, nervios, apuros, maldiciones, y quizá, héroes a los que aplaudir en esta ocasión. Las madres y padres respirarán, quizá con el alma encogida como mucho, y las autoridades (que habrán pasado la pelota y espolsado las pulgas) volverán a centrarse en sus ocurrencias para mantenerse en el puesto. Habría que tener previsto qué pasaría con los padres que decidieran esperar y no arriesgar a sus retoños, pese a la obligación de asegurar asistieran a clase.

El segundo. Visto cómo se están desarrollando los acontecimientos (y lo dejo ahí, que sólo tengo quinientas palabras) no es descabellado pensar que, en cuarenta y cinco días, todo lo parido, debatido, acordado, improvisado, fiado a futuro, se venga abajo, y la realidad u otros intereses hagan que se vuelva al cierre de los aparcamientos hasta más ver, o vacunar, o... La salud, se dirá, estará por encima de la economía, y quizá, por encima de la opinión pública del contribuyente, que siempre, siempre será “ignorante y egoísta”. ¿Cómo saberlo o preverlo? Consultas a los “medium” clarividentes. En este caso es que, de no ser muy evidente la nueva virulencia de la pandemia hipotética y vayan cayendo los generales y los soldados, habrá pitos y flautas, división de opiniones, explayamientos en los wuashapps familiares, confrontaciones, y pocos aplausos. Lo online, retornará porque habría que vender y consumir. Los docentes seguirían cobrando el sueldo íntegro.

El tercer escenario (me vuelvo a pasar de las quinientas). ¿Presencial para los valientes y vocacionales, terraplanistas y antivacunas, combinado, eso sí, con vídeos chorras youtube y maestras/os en bata a través de las pantallas? Ufff, yo qué sé. Quizá “mi hijo a mi cobijo, y el de tu nuera, fuera”. Y lo dijo Píndaro: “La resignación es un suicidio diario”. Por ello, llamo a la Revolución. Quedan 40 días de Grey. Si no nos leemos, disfruten en agosto, que EL ECONÓMICO volverá, seguro, en septiembre.


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