La imagen

Viernes, 17 Julio 2020 19:05

Vivimos en el mundo de la apariencia, del postureo, un mundo en el que no importa lo que cada uno es, sino lo que cada uno tiene, lo que puede exhibir, la imagen. Hay cosas que ya no importan, y que además nos pueden desprestigiar frente a nuestras amistades, como pueden ser la bondad, la solidaridad, el compartir ciertas cosas, el compadecerse o ayudar a los indigentes y a los necesitados, el no alardear de nada material. En fin, cosas que pueden hacer que nuestros amigos nos digan: «¡Pero tú eres tonto!».

Hubo un tiempo en el que los padres inculcaban a sus hijos (o a sus hijas) a que estudiaran, para que en el futuro fueran «hombres (o mujeres) de provecho». Ahora los niños no quieren ser ingenieros, astronautas o bomberos, como decían los niños de la década de los 50, 60 o 70 del siglo XX. Los niños de ahora quieren ser futbolistas como Messi o Cristiano Ronaldo, o tenistas como Nadal, para ganar mucho dinero; pero no saben el sacrificio y las horas de entrenamiento que son necesarias para llegar a donde han llegado ellos, además de tener un don especial que les permita llegar a ser número uno en su especialidad. Las niñas tampoco quieren ser médicas, maestras, enfermeras o abogadas, quieren ser cantantes o influencers, aunque parece ser que el nuevo algoritmo de Instagram hace que ya no sea posible llegar a ser influencer si se empieza en la actualidad.

He leído que hay cuatro tipos diferentes de influencers: En primera posición están las que tienen más de un millón de seguidores, y una mayoría de ellas son «mega influencers» porque son personas que ya eran famosas con anterioridad. Después están las «fama influencers», que tienen entre 500.000 y un millón de seguidores. Estas personas ya tenían una exposición importante en la red, y aunque no son celebridades como las primeras, tienen una relativa fama. Las «macro influencers» (de 100.000 a 500.000 seguidores) son personas que supieron aprovechar el tirón del algoritmo que estuvo abierto hasta el año 2016, para hacerse con un paquete importante de seguidores, haciendo operaciones importantes para llegar a estar bien posicionadas. En algunos casos se ganan la vida con la moda, la nutrición, el fitness o la práctica de ciertas actividades físicas. Y por último tenemos a las «micro influencers» cuyos seguidores se cuentan entre los 5.000 y los 100.000. Estas no llegan a ser celebridades, pero se pueden considerar verdaderas líderes de opinión, llegando a tener más autoridad en algunos temas que las personas realmente capacitadas para ello.

Todo esto nos conduce al principio. La imagen, las redes sociales, la fama, el salir en la televisión, y todo lo que esto conlleva, es lo que hoy impera en nuestro mundo. No importa ya la capacidad intelectual de las personas, ni los conocimientos, ni la cultura, ni siquiera la predisposición, a veces innata, para ayudar a nuestros semejantes. Que Belén Esteban o Pablo Motos quieran erigirse en politólogos o virólogos, y tengan más credibilidad que, por ejemplo, Fernando Simón, es algo a todas luces inaudito. Así nos va.


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