Zarzuela de billetes

Viernes, 17 Julio 2020 19:06

No, no me refiero ni a una innovación del rico estofado a base de pescado y marisco ni a una performance inspirada en el género musical teatral, aunque el concepto del que hablamos también nace en el palacio real. Más bien se trata de un sainete del que la ciudadanía española lleva siendo espectadora de piedra durante décadas y sin saber lo que pasa entre bambalinas. Como se puede intuir, me refiero a la monarquía borbónica. Poco a poco vamos sabiendo más sobre esta trama y el dinero que el rey emérito Juan Carlos I escondía en el extranjero. Millones escondidos en varios países y que el monarca introducía en España mediante valija diplomática, vía base militar de Torrejón de Ardoz y en efectivo aprovechando sus viajes y su inmunidad regia. Parece ser que al monarca le hacían llegar mediante un entramado de blanqueo de dinero 100.000€ al mes para sus “gastos” y los de su familia porque al parecer, la asignación mensual de 25.000€ de los PGE, que tenía cuando era rey y todo el patrimonio mantenido por el Estado eran insuficientes para los borbones. Resulta estremecedora la avaricia de quien ya lo tiene todo y la constatación definitiva de que esta familia no puede representar a nadie. La gente común de nuestro país tiene un nivel de vida muy pero que muy alejado; ni 100.000 ni 25.000€ al mes, el salario más frecuente en España es de 17.482€ al año, unos 1.400€ al mes. Además, al parecer el emérito obtenía este dinero oculto precisamente gracias a esta tarea de representación para la que nadie le había elegido. Relatan los medios que en julio de 2008 el rey saudí depositó 100 millones de euros en la cuenta de una fundación vinculada a Zarzuela, posiblemente como pago de comisiones por la concesión de las obras de la alta velocidad a la Meca a una empresa española.

Aunque toda la trama que rodea al rey emérito cada vez es más negra, he de decir que no merecemos una república solo porque nuestra familia real sea corrupta, merecemos una república porque somos un país moderno con una democracia supuestamente avanzada en la que sobran instituciones medievales, en la que los ciudadanos y ciudadanas debemos decidir quién queremos que nos represente. Durante demasiado tiempo se ha utilizado aquello de ‘tenemos un rey muy campechano’ o ‘yo no soy monárquico pero soy juancarlista’ para generar un clima de opinión favorable a la monarquía. Ahora que se empiezan a airear todos los trapos sucios de la Corona, es el momento de reivindicar que no son ni nunca han sido unos ciudadanos más de nuestro país, que son una minoría muy privilegiada que parasita nuestras instituciones. Por cierto, hasta donde sé, tener una máquina de contar billetes en la piscina no es muy campechano, un poco hortera en todo caso.

El último Barómetro de La Sexta resolvió que el 39% de las personas encuestadas se siente republicana, frente al 31,2% que se declaran monárquicas y un 29,3% dice no sentirse ni a favor de una ni la otra. La monarquía cada vez tienen menos prestigio y apoyos y este es un buen momento para poner encima de la mesa un cambio de sistema. Mucho se habla de desvincular a Felipe VI de las fechorías de su padre, pero resulta imposible.

El actual rey se benefició de los lujos que proveía la riqueza oculta, era conocedor de esta y heredero de la fortuna hasta que saltó la liebre. Todo apunta a que Felipe VI se querrá alejar de la figura de su padre, pero no basta con hacer un lavado de cara, es el momento de que se demuestre, como el propio hoy rey emérito dijo que ‘la justicia es igual para todos’, que Juan Carlos de Borbón pague por todos los delitos cometidos y que la monarquía española se someta a un referéndum para ver si realmente la ciudadanía de este país quiere mantener la institución. Es el momento de que apostemos por ser un país moderno, plenamente democrático que elige a sus representantes de principio a fin. El voto y no el linaje familiar es en lo que creo, por eso es el momento de la república española que asiente las bases de un Estado igualitario que apueste por el bienestar de las mayorías y no de los privilegiados.


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