Errores

Viernes, 05 Junio 2020 19:07

En este mundo en el que vivimos, ese egoísmo animal que nos caracteriza es el que a menudo lo controla todo. Creemos estar en posesión de la verdad, y discutimos con los demás esa verdad hasta sus últimas consecuencias, sin pensar que nuestros planteamientos pueden ser erróneos y que esa persona a la que tenemos enfrente, y a la que, posiblemente, despreciamos, puede tener razón.

Pensamos que son adversarios nuestros, o contrincantes, todos esos que no están en nuestra onda; que no están a nuestra altura; todos esos que están en las antípodas de nuestra ideología política o religiosa; todos esos a los que no les gusta nuestra música o nuestras aficiones culturales o deportivas.

Preferimos que alaben nuestros gustos, que nos complazcan, que nos sonrían o que nos adulen a que nos digan esa verdad que no nos gusta, que nos incomoda y que no queremos escuchar, aunque esa verdad sea más auténtica, más indiscutible o más legítima que la nuestra.

Vivimos en un mundo en el que el individualismo lo domina todo. En el que aquello de «sálvese quien pueda» es lo que prolifera. Un mundo en el que no le tendemos la mano a nadie, y mucho menos si no es de nuestra raza, de nuestra condición, de nuestra clase social o de nuestra estirpe.

Cuanto mayor es la clase social a la que pertenecemos mayor es el individualismo que nos rodea, y cuanto mayor es nuestro patrimonio económico, más ansiamos aumentarlo y más nos agarramos a él pensando que eso es lo que más seguridad nos va a ofrecer en la vida. Y nos negamos a compartir con los demás no sólo lo que nos sobra sino lo que no nos pertenece, pensando que desprendernos de algo, aunque no lo necesitemos, nos va a perjudicar sobremanera.

Nuestra clase política va a la deriva, zozobrando en un mar repleto de egos que no endulzan el aire que respiramos sino que lo emponzoñan con esa agresividad que late en el ambiente, con esa hipocresía que rezuma por los poros de sus trajes impecables y de sus maletines perfumados por los colores de esos billetes que han adquirido tras una dudosa gestión, y que, en algunos casos han arrebatado a los contribuyentes más necesitados o a esos a los que realmente les pertenecía disfrutar de las bondades con las que la naturaleza nos obsequia.

Promocionamos la falsedad de hechos oscuros o insospechados, pero también de otros que no ofrecen duda alguna, pensando que una mentira cien veces repetida, al final se convierte en verdad, y hacemos que muchos comulguen con las «ruedas de molino» que con una sonrisa les ofrecemos.

A veces no se puede opinar de nada. Ni con la mejor de las intenciones, ni con la mejor voluntad ni con la mejor educación, porque en cuanto alguien no está de acuerdo con tus argumentos, te los rebaten de una forma que parecen felinos acercando sus fauces a tu yugular con la intención de clavar en ella sus colmillos afilados.

Después están los empresarios que protestan por la subida del salario mínimo, o los que se alarman porque se haya aprobado la existencia de una renta mínima vital, pero aplauden que el Estado se haya hecho cargo del rescate de los bancos, o del rescate de las autopistas privadas deficitarias. En fin…

Todo esto y mucho más es en lo que se ha convertido nuestro devenir diario, nuestra vida cotidiana. Todo esto es realmente lo que creo, o lo que pienso, quizá en un momento de debilidad en el que todo parece negro, aunque también puede ser en un momento de euforia en el que todo se ve transparente.


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Modificado por última vez en Viernes, 05 Junio 2020 17:44
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