Palabras

Viernes, 29 Mayo 2020 19:06

No sé por qué, los españoles tendemos a menudo a elevar nuestra voz en las conversaciones con amigos o con compañeros. Siempre hay algún tema polémico en el que todos queremos imponer nuestro criterio a los demás. Quizá esto sea una cualidad de los latinos, pero no lo sé con exactitud, y es posible que también suceda algo similar en los países nórdicos, y que, como dice el dicho: «En todas partes cuecen habas».

El elevar la voz, a menudo, no es sólo para que se nos oiga mejor, es también un síntoma (equivocado, pienso) de querer tener razón (la razón y la verdad a menudo suelen ir unidas), porque muchos piensan que el hablar alto, o a voces, les confiere una mayor credibilidad, como el armar ruido con las cacerolas, y, por supuesto, no es así, es más bien todo lo contrario: El que levanta la voz para expresar una opinión es, posiblemente, porque no tiene otra autoridad que la que le confiere ese tono elevado. También los perros demuestran su poder ladrando alto, o los gorilas golpeándose el pecho, y eso ¿qué significa?, pues, simplemente, que se quiere aparentar una cualidad que quizá no se tenga.

En el parlamento también vemos a menudo que los «padres de la Patria» discuten acaloradamente, elevan la voz por encima de lo normal, incluso en algunos parlamentos de países vecinos acaban a puñetazos cuando las palabras ya no sirven para determinar ideas. En el fondo, por mucho que queramos aparentar ser una raza superior, lo animal se esconde entre las células más oscuras de nuestra personalidad, y eso, a la larga, sale a la luz.

Es posible que cuanto más bajo sea el nivel de educación y de cultura de las personas, mayor sea el tono de su voz cuando hablan, porque cuando se conoce algo en profundidad, no se pretende demostrar nada, y por lo tanto no se expresa a gritos sino con moderación; aunque también me imagino que puede ser una cualidad o un síntoma del carácter de cada uno, y hay personas con un carácter sosegado y otras con un carácter más temperamental. Las primeras tendrían tendencia a hablar de una forma apaciguada y tranquila y las segundas de una forma más visceral, o en un tono más elevado y más agresivo.

Sin embargo, hay cosas que son inequívocamente de una determinada manera, y por mucho que se eleve la voz, o se hable susurrando, no van a cambiar; de la misma forma que hay otras que son producto de nuestra opinión, y si nuestra opinión puede ser la más adecuada en algunos momentos, también puede ser mejor la adversa en otros.

Seguramente, lo más sabio (o lo más racional) en esta vida es tener ciertas dudas respecto a determinadas cuestiones, porque el que tiene las cosas muy claras y nunca da su brazo a torcer, suele a menudo ser un necio. Además, el que no duda de nada es el que a menudo se equivoca más, mientras que el que duda de algo, eso le lleva a la reflexión, y la reflexión conduce a la certeza. Aunque quizá esto no sea así, y mis razonamientos, como muchas veces pienso, no sean los más adecuados, o los más acertados.


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