No es verano para fachalecos

Viernes, 22 Mayo 2020 19:07

El calor ya está aquí, la pandemia empieza a remitir y poco a poco vamos avanzando en la desescalada, por eso no es tiempo de fachalecos, esa prenda, mezcla de plumífero y chaleco, tan apta para las cacerías pero tan poco apropiada para el verano. No es momento de montar el pollo en las calles porque en lo político tenemos que estar unidas y en lo sanitario tenemos que respetar al milímetro el confinamiento para que no haya un rebrote. Seguramente una petición demasiado exigente para los líderes de la derecha y de la extrema derecha que estos días andan alentando las protestas.

Dividen en el Congreso y son insolidarios cuando votan que no a las sucesivas prórrogas del Estado de Alarma y cuando animan a la gente a agitar su odio y a manifestarse sin cumplir ningún tipo de distancia de seguridad (porque no, las banderas no son un método de profilaxis). Osan ir a esas manifestaciones envueltos en la bandera de España, la bandera que debería representarnos a todos y todas, pero que lamentablemente no lo hacen porque una parte de la población la utiliza para agredir y excluir.

Miserables que han reducido el amor a la patria a llevar una rojigualda cuando están muy lejos ser patriotas, porque serlo implica querer lo mejor para sus compatriotas y ellos han demostrado que no lo quieren, solo quieren lo mejor para los de su misma clase, la de los privilegios, la que mira por encima del hombro al resto de españoles y españolas.

Basta pegar un vistazo a los barrios en los que se producen protestas para ver quiénes son los que participan y con qué motivación. Los del barrio de Salamanca de Madrid o el Eixample de Valencia, los más ricos de sus respectivas ciudades, no salen a la calle para proteger los derechos de todos, salen a la calle para defender sus propios intereses. Gritan ‘libertad, libertad”. Reclaman libertad para contagiar y contagiarse y porque mientras los servicios públicos se colapsan ellos siempre podrán saltarse la cola a golpe de talonario. Claman libertad para poner en marcha sus negocios, que muchas veces consisten en alquilar sus 25 pisos de alquiler vacacional que gentrifican, porque les urge que sus trabajadores produzcan para ellos aunque sea a costa de su salud y su vida. También, qué curioso que reclamen libertad los que salieron a la calle contra cualquier avance en libertades. Los mismos que hoy sacan la cacerola estuvieron manifestándose contra la ley del matrimonio homosexual o la del aborto. Siempre salen a la calle en contra de cualquier progreso, prefieren una España en blanco y negro que una moderna.

Quiénes queremos el progreso estuvimos en las calles cuando teníamos que estar, cuando estaban aprovechando la crisis para recortar a la gente humilde y enriquecer a la élites políticas y económicas de este país. Pero ahora estamos en los gobiernos y desde los gobiernos vamos a proteger los derechos de todas. Eso les molesta, ¡vaya que si les molesta! Y seguirán convocando protestas, muchas más. Pero a esas protestas siempre les faltará algo: dignidad. Porque salimos a las calles con las mareas para defendernos de sus recortes y privatizaciones de los servicios públicos, la sanidad, la educación, lo que garantiza la igualdad en nuestro país.

Por cierto, qué orgullo que en mi barrio no se escuche ni una cacerola, porque somos un pueblo obrero y sabemos quién representa nuestros intereses y quién no. No vamos a dejar que nos utilicen en nombre de la indignación popular cuando estas movilizaciones son de un reducto de privilegiados que quieren seguir defendiendo esos privilegios, que no aceptan los resultados de las elecciones y que no dudarían en dar un golpe de Estado tal y como alientan sus líderes políticos.


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