El sueño americano

Viernes, 08 Mayo 2020 19:36

Enciendo la televisión y veo una carretera congestionada, con una kilométrica cola de coches que avanza por una carretera y después un parking. Es un banco de alimentos en San Antonio, Estados Unidos. La locutora va relatando cómo la pobreza se ha disparado en este país durante esta crisis de la COVID-19, en la que muchas personas se han quedado sin ningún tipo de ingreso. ‘El sueño americano’ se hace pedazos, porque detrás de las glamurosas películas de Hollywood lo que hay es un sistema de protección social extremadamente débil que solo siembra desigualdad y miseria, que no es capaz de cuidar a la ciudadanía y de atender sus necesidades básicas en un momento tan crítico como este.

También se ha hecho muy popular una imagen en la que en una de las manifestaciones contra el confinamiento un hombre sostiene una pancarta que reza ‘Sacrifice the weak. Reopen’ (Sacrificad a los débiles. Reapertura), el espíritu de todo un sistema condensado en una pancarta. No es solo una imagen, esa es la propuesta del que presume de ser el país más rico del mundo, que las personas más desfavorecidas se mueran de hambre o que salgan a trabajar y se arriesguen a contagiarse para probablemente también morir, dado que el acceso a los tratamientos sanitarios están reservados sólo para quienes pueden pagarlos y, por hacernos a la idea del coste de un tratamiento para la COVID-19, varios medios han informado de un caso en el que el tratamiento llegó a costarle a un paciente norteamericano un total de 35.000€, una absoluta barbaridad.

Este es el paraíso liberal con el que algunos sueñan, países que dejan caer a sus ciudadanos, que permiten que se hundan en la pobreza o mueran por tener la mala suerte de enfermar. Curiosamente, estos son los que se dicen a sí mismo patriotas. ¿Realmente es esto amar a un país? Amar a la patria es amar a su gente, cuidarla, respetarla, trabajar para que tengan las mejores condiciones de vida, para que sean felices. Las derechas de este país que tanto miran al otro lado del charco no son patriotas, no aman a su país, aman el capital. Estos patriotas de pacotilla habrían dejado caer a los trabajadores con el despido libre y también habrían dejado caer empresas sin ningún tipo de ayuda, con la ley del sálvese quien pueda por delante. De hecho, con su gestión del pasado (y del presente en algunas autonomías), con sus recortes y privatizaciones, han dejado caer a muchas personas como los mayores, con las residencias como uno de los epicentros del horror, con recursos escasos y trabajadoras precarizadas. Todo para que unos pocos amiguetes se llenaran los bolsillos con beneficios millonarios, muchas veces gracias al erario público con el modelo de conciertos.

Aunque la situación está lejos de mejorar en Estados Unidos, el país con más muertos del mundo por COVID-19, Trump ya se apremia a pedir el desconfinamiento y la reapertura económica del país. No importan las vidas, importa el dinero. En Trump se fijan Abascal y Casado, que ayer criticaban al gobierno por no haber empezado el confinamiento cuando los muertos no superaban la centena y que hoy se declaran en contra del Estado de Alarma, cuando las cifras de personas fallecidas e infectadas nos dicen que sigue siendo necesario que se restrinjan los movimientos de la población para contener al virus. No son patriotas, son buitres de la desesperanza. Está ávidos de que se produzca un desconfinamiento a marchas forzadas que siembre el caos para desgastar al gobierno después de que las medidas económicas del escudo social se hayan mostrado efectivas. Por eso, también, les horroriza políticas como el Ingreso Mínimo Vital, porque un sustento mínimo para que una familia pueda salir adelante, pueda atender las necesidades diarias más básicas, provoca esperanza y ellos viven de lo contrario, el miedo y el horror. No se me ocurre nada más miserable que hacer política de la muerte y ellos lo han hecho desde el minuto uno de esta epidemia.

Una de las lecciones que nos deja esta crisis, para mí la más importante, es que hemos aprendido que el liberalismo no está hecho para las pandemias, ni para sostener la vida de ninguna forma. La pandemia ha puesto de relieve el fracaso de las privatizaciones, los mercados y una política internacional profundamente insolidaria. En momentos como este sirve el comunitarismo, sirven la unión, la solidaridad y la cooperación a todos los niveles. Hemos demostrado que de esta solo salimos juntos y juntas, el individualismo de nada sirve porque el virus iguala a todo el mundo, por eso el esfuerzo para frenarlo ha sido y sigue siendo una tarea colectiva.


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