Resistiré

Viernes, 03 Abril 2020 19:05

Resistir, tomar conciencia de lo necesario, desechar lo superfluo, apreciar la salud, valorar la familia, reconocer a nuestros mayores, y seguramente una lista interminable de lo que nos toca vivir a todos sin excepción estos días de confinamiento por el coronavirus. Una situación extrema, delicada, generadora de tensiones y miedos por la certeza en la falta de control. Las condiciones extremas suelen sacar lo mejor y lo peor de cada cual, al menos es lo que se dice.

Impresiona sobremanera levantarse por las mañanas para ir a trabajar y escuchar el silencio. Salir a la calle y no ver a nadie. Es como si la ciudad se hubiese convertido en un inmenso plató de cine y se estuviese rodando una película de ciencia ficción en la que todos nos hemos convertido en protagonistas. No puedo dejar de pensar en todas las personas que trabajan para que todo siga funcionando con un poco de normalidad. Ellas también tienen miedo.

Asimilar el peligro al contagio ha llevado su tiempo, somos mediterráneos, nos gusta salir a la calle, relacionarnos con nuestros amigos, con los compañeros, comernos la paella el domingo con la familia. Todo esto ha pasado a estar en hibernación. Ahora los móviles, o los ordenadores se han convertido en la forma de comunicarnos, el teletrabajo ha cobrado importancia, casi todo es virtual. Las redes han tomado el peso en las relaciones personales, formando parte de nuestra vida diaria, es como un ritual, todo el mundo espera la hora para poder verse, hablar con una cara amiga en algún momento a lo largo del día.

Socializamos nuestra vida cotidiana, nos sometemos a las reglas establecidas normalizando la anomalía, en un intento de facilitar la vida de los que tenemos alrededor, todo un reto. Convivir es difícil, pero hacerlo en una situación de confinamiento más aún. Los aplausos de las ocho de la tarde cuando todo esto acabe, nos lo tendremos que dar unos a otros por el esfuerzo comunitario y solidario hecho.

Es preferible afrontar con optimismo los acontecimientos, me niego a plegarme a los voceros apocalípticos que lo único que persiguen es amedrentarnos, no teniendo escrúpulos en sus manifiestas intenciones de rédito político. Tampoco me resultan interesantes las propuestas de corte populista, el mejor acto de solidaridad es pagar impuestos acorde a las rentas de cada uno.

Sería necesario por otra parte, revisar los diversos sistemas de salud, no es de recibo las grandes diferencias entre las CCAA, la transferencia de competencias en sanidad no ha sido garantía de más y mejores prestaciones en el momento de una epidemia nacional como la que sufrimos. Es inadmisible e infame hacer oposición con la salud de las personas.

En la web de la Sociedad Española de Epidemiología se recoge, “la vigilancia epidemiológica como servicio sanitario debe responder al reto que supone la propagación de enfermedades en un mundo globalizado”, así reza en el Grupo de Trabajo de Vigilancia Epidemiológica creado en diciembre del 2013 en Madrid. Entre sus objetivos mencionar de modo reducido los siguientes:

1- Realizar una visión crítica de la vigilancia epidemiológica actual e impulsar una red de vigilancia en salud pública.

2- Promover que esa vigilancia esté vinculada a la elaboración, seguimiento y evaluación en los planes y estrategias de salud.

3- Fomentar el desarrollo de nuevos sistemas de información que amplíen la capacidad de análisis y de actuación epidemiológico.

4- Apoyar las competencias profesionales de la red de vigilancia epidemiológica.

5- Favorecer la investigación epidemiológica en salud pública, en colaboración con el ámbito académico y epidemiológico de campo.

La cifra de infectados y de muertes es tremenda, la propagación del virus ha sido celerísima, imposible predecir o anticiparse al COVID-19 por mucho que algunos se empeñen y amenacen con pedir responsabilidades al Gobierno de España. El Centro Nacional de Epidemiología (CNE) debería pasar a tener más relevancia y competencias para poder asumir con más agilidad decisiones en Salud Pública frente a la dificultad que supone coordinar las autoridades sanitarias (visto lo visto) de las Comunidades Autónomas y los gobiernos de diferentes siglas políticas.

Me gustaría finalizar rindiendo homenaje a todas las personas que han perdido la batalla frente al virus hasta ahora, pero sobre todo presentar mi reconocimiento a esos mayores en los que esta enfermedad se está ensañando con especial virulencia; esos mayores que libraron y sufrieron las penurias de una guerra, que tuvieron que emigrar a buscar trabajo para mantener a sus familias fuera de su país, de sus pueblos, lejos de los suyos, que lucharon y contribuyeron al desarrollo de este país. Esos mayores se merecen algo mejor que morir abandonados y desatendidos en multitud de residencias. Esas personas mayores merecen un respirador y los mejores cuidados porque se lo han ganado a pulso.

No es sólo una cuestión de sensibilidad, es una cuestión de respeto y reconocimiento, pero sobre todo para no perder la esencia del trato humano.


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