Genocidios

Viernes, 06 Marzo 2020 19:07

«Cualquier acto perpetrado con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso es un genocidio». Así es como lo define la ONU. Sin embargo, la mayoría de las veces consideramos que existe un genocidio cuando el número de víctimas es muy alto o, al menos, suficientemente grande. Los genocidios de Ruanda o de Bosnia fueron considerados así a nivel global, lo mismo que los que provocó la Alemania nazi contra los judíos, pero hay otros que se producen a espaldas de la opinión pública, por lo que no son investigados, ni reconocidos, ya que abarcan sólo a unos cuantos centenares de personas, y en algunas ocasiones tan sólo a unas decenas.

El convenio sobre el genocidio de la Organización de Naciones Unidas (ONU) entró en vigor hace setenta años, pero, a pesar de ello, tribus enteras siguen siendo atacadas y exterminadas por la sociedad dominante con el fin de arrebatarles sus tierras y sus recursos. Ahora mismo, en el interior más profundo de la selva amazónica, hay un pueblo que está huyendo del exterminio masivo que el gobierno brasileño ha autorizado, al menos de una forma subrepticia. Estamos hablando de los kawahivas, una tribu que tiene sólo algunas docenas de miembros, que han sobrevivido a una serie de ataques violentos que les han llevado al borde del exterminio. Sabemos muy poco de ellos, pero sí sabemos que escapan de las sierras mecánicas, de las enormes máquinas taladoras y del genocidio al que son sometidos, en una de las regiones de la Amazonia con la mayor tasa de deforestación ilegal del país.

Las tierras de los kawahivas están cerca de la ciudad de Colniza, una de las zonas de Brasil donde la violencia es más acusada, y donde el 90% de la renta procede de la tala ilegal para la industria maderera, por lo que, si las autoridades de Brasil no actúan con premura, el genocidio de los kawahivas será una realidad en breve.

Las pequeñas tribus, como ésta, suelen ser vistas con frecuencia como un estorbo para el avance de la agroindustria, las carreteras, las presas o las industrias extractivas. En la Amazonia brasileña hay cerca de cien tribus aisladas, que forman la gran mayoría de la población no conectada del mundo, y esos son los pueblos más frágiles de nuestro planeta. Estos pueblos son agredidos y exterminados cada vez que, en nombre del progreso económico (o de la ambición personal), se invade y se destruye la selva, sabiendo que se puede matar con absoluta impunidad, ya que son genocidios silenciosos sin apenas testigos, más allá de esos forasteros codiciosos que los provocan, pues la noticia del exterminio sale a la luz como mucho meses o años más tarde. Es decir, probablemente, jamás lleguemos a conocer el número de esos pueblos indígenas que han sido eliminados por ser un escollo para el progreso capitalista.

Esta forma de pensar está emparentada con la del Lejano Oeste de los siglos XVIII y XIX, cuando los indios nativos de los EEUU fueron aniquilados por los colonos, que decían: «El mejor indio es el indio muerto». El presidente Bolsonaro piensa igual, y ha llegado a declarar que «es una pena que la caballería brasileña no sea tan eficaz como la de EE UU, que exterminó a los indios», y ha prometido que bajo su presidencia no se protegerá ni un milímetro de las tierras indígenas. Creo que sus palabras son suficientemente elocuentes, y creo que desde nuestra cómoda posición debemos denunciar semejantes atrocidades, apoyando a todas las iniciativas que, como «Survival Internacional» (organización fundada hace 50 años) luchan por la supervivencia de todas las tribus indígenas del planeta.


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Modificado por última vez en Martes, 10 Marzo 2020 10:03
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