Odio

Viernes, 07 Febrero 2020 19:41

No creo que sea nada bueno ir por ahí sembrando odio, ni insultar a todos aquellos que no opinan como nosotros, o poner zancadillas a las gestiones de los demás y criticar lo que se va a hacer antes de ver los resultados. Sin embargo hay muchos que hacen de todo esto su bagaje más amplio (y más cotidiano); y no hablo sólo de los políticos, hablo también de determinados periodistas y de gente corriente que expone a diario sus opiniones en Twitter o en Facebook, y que se siente protegida por un relativo anonimato. Gente que rezuma odio, rencor, antipatía, resentimiento, enemistad, aversión, envidia, y podría seguir, hay una lista interminable de sinónimos que vienen a expresar más o menos lo mismo, o algo similar.

No hace mucho vi que Twitter había suspendido la cuenta de Vox por incitación al odio. Pero Vox no está formado sólo por sus dirigentes. Hay muchos que les votan, y, según las últimas encuestas, aumenta cada vez más el número de votantes, y eso es preocupante, pues si al inicio de nuestra democracia se consensuaron ideas y gestos y entre todos se redactó una Constitución, que, por cierto, la derecha, que tanto se apropia de ella en la actualidad, en su tiempo no votó a favor; pues si en esa época se llegó a acuerdos entre partidos tan dispares como la UCD y el Partido Comunista de España, no entiendo cómo en la actualidad no puede existir ese mismo espíritu de consenso. Pero la democracia tiene la bondad de dejar participar incluso a los que no son demócratas y pretenden acabar con la democracia, y eso es muy importante.

Me imagino que los de Vox tendrán un límite, que habrá una cuota de poder y que más allá todo será caída en picado. Sin embargo deberíamos preguntarnos el porqué de este odio. ¿Es sólo por envidia? ¿Es ignorancia? Desde luego Vox fomenta la ignorancia, como la fomenta cualquier dictadura de derechas; porque se sabe que un pueblo ignorante se puede arrastrar por el camino que más convenga. Pero si hay muchos votantes de extrema derecha que, en realidad, no saben lo que votan, hay también muchos dirigentes que sí que saben a dónde quieren llevar a la población. Y la quieren llevar, ni más ni menos, al terreno en el que no tengan ni voz ni voto, a un terreno que anule su libertad, su voluntad de elegir y de pensar; a un terreno en el que, como si fuéramos meros robots disciplinados, hagamos siempre lo que la voz de nuestro amo nos indica. Nos quieren llevar a las cavernas.

Platón describió, en su alegoría de La caverna, un espacio sórdido, recóndito y oscuro, en el que había un grupo de hombres prisioneros desde su nacimiento, con cadenas que les sujetaban el cuello y las piernas de forma que sólo podían mirar hacia el interior de la caverna sin poder girar nunca la cabeza. ¿Es a eso a lo que se pretende que lleguemos? ¿A mirar sólo en una dirección?

He leído que un popular periodista declaró recientemente: «Me negué a saludar a Abascal porque soy amigo de mucho MENA y mucho moro». Modestamente, creo que no hay que negarle a nadie el saludo, porque eso, seguramente, es lo que ciertos personajes esperan de nosotros para aumentar así el odio que nos tienen. Comprendo que haya gente a la que no le interese en absoluto ni la amistad ni el diálogo con personas que tienen esos patrones, y es lógico, pero intentemos no devolver odio al odio, no pagar con la misma moneda, porque entonces nos veremos envueltos en una espiral de la que difícilmente vamos a salir, y es necesario, para el bien común, demostrar a todos esos que nos ponen en su punto de mira cada día, que el progreso y la libertad que conquistamos hace varias décadas nadie nos lo va a arrebatar.


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