Cambio de posición

Viernes, 31 Enero 2020 19:53

Hace unas semanas, un articulista de este medio decía que de los líderes que cambian alegremente de posición no esperaba gran cosa, y añadía que nos generan temor todos esos que, por mantenerse en el poder, están dispuestos a cualquier cosa.

En principio, creo que no hay nada que objetar a eso. Cualquier cosa que se haga «sólo» para mantenerse en el poder debe ser reprobable, salvo cuando uno se mantenga en el poder por méritos propios. Y debe ser reprobable cuando a uno le interesa el poder sólo por el poder, por mantener un estatus superior o por tener la potestad absoluta, como ocurría en un pasado con el señor feudal y sus vasallos.

Es cierto que hay políticos que nos dicen que ellos no pactarían nunca con algunos rivales suyos, y después lo hacen. También es cierto que hay algunos que comentan que nunca le darían su aprobación a ciertas medidas políticas y después, cuando ven que el número de sus diputados ha descendido escandalosamente, corren a ofrecerse y aprueban esas medidas. También los hay que piden consenso a sus presupuestos, para poder gobernar, pero después ellos no se lo dan a los presupuestos y a las medidas de sus adversarios.

El poder tiene eso. Se engaña a la gente para conseguir votos y después mantenerse en el sillón. Se manipula a los votantes y a la ciudadanía en general. Se dice una cosa y después se hace otra. Se cambia de opinión fácilmente, y si en algunos casos se puede aplicar ese dicho que dice que «rectificar es de sabios», en otros casos rectificar es, simplemente, «arrimarse al sol que más calienta», o «arrimar el ascua a tu sardina».
Rajoy, sin ir más lejos —los que tenemos cierta memoria lo recordamos, aunque se puede comprobar también en las hemerotecas—, se presentó a las elecciones generales de 2011 con un determinado programa, y cuando las ganó, lo primero que dijo al tomar posesión de su cargo es que iban a hacer todo lo contrario de lo que habían prometido, porque las circunstancias que habían encontrado no permitían desarrollar su programa, como si ellos no supieran previamente lo que se iban a encontrar.

En fin, la política es el arte de crear expectativas en los electores para hacerse con el poder, y después hacer lo que a uno más le convenga, en función de sus intereses personales o de sus ideales, porque también hay políticos que están ahí para velar por el bien común, como debe ser.

Ahora ya está formado el gobierno de la nación, y lo que hemos de esperar es que lo hagan bien, pero démosles un plazo de tiempo prudencial y veamos cuáles son los resultados. No le pongamos continuamente piedras o palos en las ruedas para hacer que descarrile el tren que han tomado. Si los resultados de su cometido no son después positivos, o si hacen lo contrario de lo que han prometido, se lo podremos recriminar, pero si lo hacen bien, aplaudamos su gestión, sería señal inequívoca de que las cosas se están haciendo en beneficio de una mayoría que siempre ha estado menoscabada por esa minoría que se ha creído superior, que se ha creído protegida por el Altísimo y con autoridad suficiente para regir los destinos de nuestro país sin que nadie le usurpe dicha potestad.


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