Tengo varios amigos y amigas que estudian o trabajan fuera y que en estas fechas volverán a casa por Navidad. La mayoría no se han ido porque quisieran, más bien las ha expulsado la precariedad, aquí no encontraban trabajo y han tenido que marcharse al extranjero en busca de una vida mejor, así que la ilusión por volver a su pueblo y ver a su familia y amigos siempre es mayúscula. Al volver, comprobarán que todo sigue exactamente igual, muy pocas cosas cambian en este pueblo con el paso del tiempo. Como mucho, más pequeños comercios con la persiana bajada, golpeados por la crisis y por no haberle podido hacer frente a la feroz competencia de las grandes superficies y empresas de comercio digital (y es que salir a hacer las compras navideñas por el pueblo ya no es lo que era). El caso, es que el año 2019 ya termina e infinidad de cosas siguen tal cual estaban en años anteriores. Por ejemplo, el nuevo pabellón polideportivo sigue sin estar acabado, tampoco se ha empezado a construir el Instituto Nº5, la Gerencia y el Economato permanecen abandonados, el Museo Industrial cerrado… Otro año se va y las promesas siguen sin cumplirse. ¡Menuda novedad! ¿Cierto?
Pasan los años y nuestro patrimonio industrial sigue sin ponerse en valor. La caída del primer tramo del pantalán, de repente, fue como un golpe de realidad para todos y todas, un grito de alerta de lo que está pasando con el legado industrial de Puerto de Sagunto. Ese final trágico que esperábamos que llegara pero que, en el fondo, nadie estaba preparado para que sucediera. ¿Qué pensará la gente que nos visita sobre cómo permitimos que nuestro pasado se caiga a trozos? ¿Cuántas más cosas tienen que venirse abajo para que los responsables reaccionen? La Autoridad Portuaria no ha hecho nada para conservar el pantalán y nuestro Ayuntamiento, que tiene un asiento en la entidad, tampoco ha sabido apretar las tuercas para que se establezcan prioridades. Y es que parece que las autoridades municipales se han hecho expertas en pasar la pelota a otros organismos para que nada cambie. ¿El pantalán? La Autoridad Portuaria. ¿La playa? Costas. ¿La Nau? La Generalitat. ¿La Cooperativa? La Generalitat, la Diputación o la Generalitat y La Diputación, quién sabe... En términos futbolísticos, hay mucho toque pero ningún gol.
Tengo la sensación de que nos seguimos negando a ser dueños de nuestro propio destino y eso sucede porque, básicamente, nadie parece tener un plan o una visión clara para esta ciudad. Todo está sin acabar, todo son promesas sin cumplir, todo son proyecciones inconexas que no plantean, ni de lejos, un modelo integral de ciudad. Hay muchos cantos de sirena sobre inversiones para la recuperación del patrimonio industrial pero, además de no cumplirse, no se contemplan cuestiones básicas como la utilización que se le va a dar a los espacios de los que disponemos, todo es improvisación. Si se llega a rehabilitar La Nau, ¿qué usos tendrá? ¿qué proyecto cultural habrá detrás? Nadie lo sabe. ¿Y La Gerencia? Más de lo mismo. La promesa de un CEAM en la Cooperativa apareció como por arte de magia durante una campaña electoral, ¿cómo influirá este uso en el del resto del patrimonio? Muchas preguntas y muy pocas respuestas.
Ya me despido de estas líneas y aprovecho para desearles felices fiestas y próspero año nuevo a todos los lectores y lectoras de El Económico. Disfruten de la familia y amigos, (si les viene alguna visita de fuera intenten llevar lo mejor posible la vergüenza de darles una vuelta por el pueblo). No era mi intención amargarles la llegada de las fiestas, aunque realmente no he dicho nada que no sepan. Para el 2020 que va a empezar —de momento sin presupuestos municipales encima de la mesa— esperemos que todo vaya mejor, ese será mi deseo de Navidad.
