Las últimas elecciones

Viernes, 15 Noviembre 2019 13:47

Esta semana no voy a ser original, y aun a riesgo de hablar de aquello de lo que va a hablar la mayoría de los que escriben artículos de opinión en este periódico (la semana pasada ya sucedió algo similar, y fuimos muy pocos los que no expresamos nuestra opinión sobre lo que iba a suceder el domingo), voy a lanzarme a la aventura de comentar algo relacionado con estas últimas elecciones, en las que todos los partidos políticos han querido auparse aún más a ese carro —aunque algunos no lo han conseguido— que no sólo arrastra a todos los españoles, sino que los convierte en marionetas al antojo de esos personajes llamados políticos, que precisamente hemos elegido entre todos, y que van a decidir nuestro destino y a marcar nuestra trayectoria en los próximos cuatro años de nuestra vida.

En primer lugar, voy a ser honesto, y voy a decir que este artículo lo escribí entre el sábado, día 9, y el domingo, día 10 por la mañana, aunque después le incorporé algunos matices. Es decir, antes de que se abrieran las urnas y se supiese el resultado de la votación. Aun así, salvo pequeñas tonalidades, creo que no me he equivocado demasiado; pero esto, sin embargo, no ha sido nada extraordinario, porque lo que yo pensaba lo pensaba una mayoría, que ya adivinaba que todo iba a ser, más o menos, igual.

Las encuestas tampoco se han equivocado mucho. Todo ha salido como se esperaba. Muchos de los votantes del PP se han pasado a Vox, lo que ha hecho que se dispare el número de elegidos de la extrema derecha. Esto debería preocuparnos, y debería analizarse de una forma más pormenorizada, porque no podemos abrazar de nuevo políticas de un pasado que ya sabemos a quien beneficiaron. Espero que los políticos de izquierda hayan tomado buena nota y no sean tan temerarios de provocar unas terceras elecciones. Muchos más han abandonado Ciudadanos y se han pasado al PP, y esto ha provocado que los de Rivera, con él a la cabeza, como si fueran la piara de cerdos bíblicos, se precipiten por el acantilado, y la formación naranja se hunda, hasta quedar sólo con diez diputados. Por el otro lado, algunos de los votantes de Unidas Podemos han optado por el voto útil y se han pasado al PSOE y unos cuantos a Más País (aparentemente más dialogantes), pero también muchos votantes han castigado que Pedro Sánchez no pactara con Iglesias, y su voto se ha difuminado, haciendo que al final los socialistas perdieran tres escaños respecto a las elecciones de abril.

Ya no existe un partido dominante, como sucedía hace unas décadas, que se iba alternando con el otro, y que entre los dos marcaban un tanto por ciento muy elevado del panorama político, formando ese bipartidismo que presidió nuestra política hasta hace bien poco.

La opinión y la ideología de los españoles ahora está más dividida. No hay una derecha y una izquierda a la que votar, sino varias derechas y varias izquierdas, que se aproximan o se alejan de un centro (que muchos quieren ocupar), en función de sus anhelos o de su visión política, aunque después de un periodo más o menos largo les ocurra como ahora les ha sucedido a Ciudadanos, y se estrellen de una forma estrepitosa.

Tampoco hay ningún partido que pueda por sí solo decidir los destinos de todos los españoles, y ahora les toca pactar entre ellos para repartirse el pastel o aunar criterios en beneficio de esa mayoría que anhela una sociedad más justa y más igualitaria: Una sociedad que proteja a los más desfavorecidos y a los más necesitados, que es lo que un gobierno democrático debería, por encima de todo, tener siempre en cuenta.

Muchos son los que tienen un discurso similar, aunque unos estén en las antípodas de los otros y digan que jamás pactarían con esos que se encuentran tan alejados de su ideología; porque la teoría es muy bonita, sobre el papel todos dicen querer el beneficio de la mayoría, pero después resulta que en la práctica no todos actúan igual, y eso de «arrimar cada uno el ascua a su sardina» es lo único que llevan a la perfección.

No sabemos si éstas serán las últimas elecciones de estos cuatro años, o tendremos que volver a repetirlas porque los pactos entre nuestros políticos no llegan a buen término y las buenas intenciones se queden, como muchas veces, en el camino. Debemos ser optimistas, y pensar que los políticos elegidos pueden tener capacidad suficiente para llegar a acuerdos tácitos que les permitan gobernar (creo que está claro lo que los votantes han querido decir con sus votos), sin embargo hemos observado cómo hasta ahora no ha sido así, y las buenas intenciones se han perdido envueltas en decisiones extrañas que arrojaban incertidumbre y desasosiego porque unos querían ocupar unos sillones que consideraban imprescindibles, en función del número de votos recibidos, y otros no querían cederlos por pensar que les pertenecían.

El tiempo, que todo lo cura, decidirá qué es lo que van a hacer los elegidos. Esperemos que todo se resuelva favorablemente y que arrinconen los egos desmesurados que todos tienen en beneficio del bien común.


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Modificado por última vez en Viernes, 15 Noviembre 2019 14:04
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