En el programa matinal del sábado, en la SER, entrevistaban a un intelectual judío-sefardí cuyo nombre no pillé, distraído, mientras realizaba alguna tarea doméstica, cuando me llamó la atención su respuesta a una pregunta acerca del racismo y la xenofobia. Por supuesto declaró su repugnancia por estas lacras y argumentó muy bien acerca de la miseria humana que hay tras ello. Iba todo muy bien hasta que realizó una afirmación que me hizo pensar.

En mis años mozos me hice marxista porque encontré y aprendí de los dos, tanto de Karl como de Groucho, (casualmente ambos eran judíos) a analizar la realidad del modo más alejado posible de idealismos y mistificaciones. Esas herramientas se las debo a los dos. Por eso me saltaron las alarmas cuando este señor, para reforzar su alegato contra el racismo, afirmó que los judíos son los que más saben de ello ya que fueron el primer pueblo en sufrirlo. Las afirmaciones de este tipo suelen colar muy bien.

Pero un marxista sabe distinguir y lo primero que pensé fue: falso.

El racismo, al igual que otros muchos defectos, es innato al ser humano. Desde que existe la humanidad, este defecto, como todos los demás, viene dado por la primitiva lucha por la supervivencia y competitividad entre familias y tribus. Se trata de instintos naturales, en este caso bajos instintos, que nos son innatos y que los seres civilizados corregimos gracias a la cultura, sentido común y empatía hacia los demás, cosas que desgraciadamente no abundan. Hoy existe más gente instruida y preparada que nunca pero eso no garantiza que haya mucha más cultura y, por ello se da tanta rienda suelta a los bajos instintos. Volviendo al tema: los judíos no podían ser las primeras víctimas del racismo porque este es un defecto consustancial a todos los seres humanos. Claramente se trata de una idea falsa.

Pero luego caí en la cuenta de que, en algo relacionado con este tema sí fueron los primeros: ellos elaboraron una teoría completa del racismo en su Libro Sagrado, sentando cátedra de la superioridad del Pueblo Elegido, el Pueblo de Dios. Una teoría que les sirvió para “justificar” las masacres que realizaron, cuando pudieron, contra los pueblos vecinos; a esa teoría ellos la llaman religión y no es más que una suma de etnocentrismo y egocentrismo y un intento de justificar sus guerras contra los “gentiles”, o sea, contra el resto del mundo.

Y hoy, al igual que ayer, Libro en mano, intentan justificar sus matanzas: sirios, libaneses, palestinos… comportándose en Jerusalén y Cisjordania tan racistas como los nazis, y cometiendo en Gaza un genocidio millonario en víctimas. Y todo en directo, a la vista del “Mundo Civilizado”.