La extrema derecha

Jueves, 18 Abril 2019 13:53

Últimamente todo el mundo habla del avance que VOX ha experimentado desde que irrumpieron en Andalucía y ayudaron al PP y a Ciudadanos a alzarse con el poder y desplazar al PSOE del gobierno andaluz: ese cortijo del que se habían adueñado los socialistas desde el principio de la democracia, pensando que, como era su feudo, podían hacer lo que les pareciera más adecuado (o lo que les viniera en gana). Y se habla de VOX con un poco de terror o de angustia, y sobre todo de preocupación, al creer que, si siguen avanzando de esa manera, podemos volver a las formas y a los modos de un pasado ya desterrado de nuestra política y de nuestra vida, algo que no deseamos que se repita.

La extrema derecha siempre ha estado ahí. Para desgracia de la población en general, aún existen románticos que añoran la vuelta del franquismo. Sin embargo, todos sabemos que los diferentes partidos de extrema derecha que ha habido desde que se puso en marcha la democracia en nuestro país, no han hecho mucho. Sus votos estaban contados, eran los de cuatro exaltados, que daban voces, irrumpían en actos democráticos para desestabilizarlos, boicoteaban las manifestaciones e iban con palos, bates de beisbol o puños americanos a ver a cuántos rojos podían cargarse; es decir, «mucho ruido y pocas nueces». Pero si antes no existía un problema real con este tipo de partidos, más allá de lo que se hacían notar y del escándalo que armaban, ahora tampoco existe. Nunca van a llegar a gobernar, porque no tienen suficientes votos para ello. Sin embargo, el peligro de VOX es la influencia que puede tener en los partidos neoliberales, la derechización que los partidos de derechas —por esa influencia de VOX— pueden tener, tendiendo a inclinarse a la extrema derecha (valgan las redundancias), de una forma que no existiría en otras circunstancias; y buena prueba de ello es el endurecimiento del discurso del PP y de Ciudadanos, tanto en sus mítines como en los coloquios a los que acuden.

A los de VOX se les ve venir, son lo que son y lo que alardean que son. El PP y Ciudadanos son algo diferente. Hoy pueden decir una cosa y mañana decir lo contrario. Cuando el PP ha gobernado ha actuado de una manera determinada (llamémosle «X»), y ahora critica que el PSOE actúe, o pueda actuar, de una manera similar. Lo mismo ocurre con los socios de gobierno elegidos. El PP de Aznar pactó con los catalanes y con los independentistas vascos, y ahora critica ardientemente que el PSOE de Pedro Sánchez haga algo parecido. Y Ciudadanos dice que como son un partido de centro, pueden pactar con el PP o con el PSOE, aunque unas veces critiquen a unos y otras a otros. Es decir, se pueden arrimar al sol que más calienta, algo que está en su ADN, y eso también puede suponer cierto peligro.

Si la izquierda no estuviera tan dividida como siempre ha estado, y sus votantes no les castigaran con el desvío de su voto hacia otro partido, posiblemente podríamos estar en un país, si no idílico, sí bastante mejor que el país en el que estamos, porque, cuando la derecha ha gobernado en España, argumentando que la economía con ellos funcionaba bien —algo muy discutible—, ha hecho lo que todos sabemos que ha hecho, y ha perjudicado a los mismos de siempre, en beneficio de sus más allegados.

Esperemos que ahora no pase lo mismo que en Andalucía, porque la entrada en el escenario político de VOX, aunque sepamos que no van a gobernar, sí que puede influir —y muy negativamente para una mayoría de la población— para que los otros dos partidos mayoritarios de derechas, tiendan a extremar sus posiciones, volviendo a los posicionamientos arcaicos de un pasado que todos deseamos desterrar de una manera definitiva.


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