El Papa

Viernes, 05 Abril 2019 16:06

Creo que la entrevista que el papa Francisco concedió al periodista Jordi Évole el domingo pasado en la Sexta de TV no dejó indiferente a nadie de los que tuvimos la oportunidad de verla, aunque muchas de sus respuestas, en cierto modo, fueran algo ya esperado. De todas formas, la prudencia manifestada por el Papa era lógica y obedecía a que sus palabras son analizadas siempre con una meticulosidad impropia en cualquier otra persona que concede una entrevista; pero eso de ser el sucesor de Pedro, el pastor de la Iglesia católica, es algo que imprime un carácter especial en Occidente, cuyos destinos han estado marcados desde hace veinte siglos por esa Iglesia.

Vimos a un papa cercano, sencillo, sensible, humilde, muy comprometido con los problemas del mundo —algo lógico—, muy respetuoso con las personas y muy crítico con ciertos detalles, más o menos escabrosos, que existen en determinados países. Por ejemplo, cuando Jordi Évole le enseñó las concertinas que hay en las vallas de Ceuta y Melilla para impedir el paso de los emigrantes, el semblante del papa denotó una tristeza infinita, una tristeza que reflejaba su preocupación ante un hecho tan dramático como es el tema de los refugiados y la emigración. Que para evitar el paso de los emigrantes, a través de las vallas existentes entre las fronteras de Marruecos y España se coloquen esos elementos de alambre con cuchillas, es algo, en pleno siglo XXI, totalmente inhumano, y si eso escandaliza a cualquiera, cómo no va a herir la sensibilidad de un hombre como el papa Francisco, tan preocupado por los problemas de la emigración.

Muy curiosa fue la respuesta que dio al hecho de que se quiera construir un muro, como Donald Trump está cacareando, entre EE UU y México. «El que levanta un muro —dijo el papa con total seriedad—, termina siendo prisionero del muro que levantó», y eso ya denotaba su preocupación.

Sobre el tema de la prostitución también mostró una preocupación especial, pero no sobre la prostitución que voluntariamente se practica, sobre la que dijo no tener nada que objetar, sino sobre la que, a través de engaños y promesas, se obliga a ejercer a las jóvenes que se reclutan fundamentalmente en otros países.

Sobre el tema del aborto, aunque se pronunció de una forma clara en contra de su práctica, quiso devolver la pregunta al entrevistador, para que él confirmara su teoría, algo que Évole, con cierta ironía, supo eludir, indicando que él sólo preguntaba. De forma diferente, en el tema de los abusos a menores por parte del clero, los condenó, pero haciendo hincapié en que ciertos temas del pasado había que valorarlos dentro de los usos y costumbres que en el pasado existían y no desde nuestra perspectiva actual. Con esto quería decir, posiblemente, que aunque condenaba esos abusos, y pensaba que había que denunciarlos, había también que tener un cierto margen, o guardar cierta distancia con respecto a lo ocurrido en el pasado, y pudiendo ser más categórico, no lo fue.

Sobre los muertos que durante la guerra civil española quedaron en fosas comunes o en cunetas casi desconocidas, mostró sin embargo una especial compasión, indicando que todos los fallecidos deberían estar enterrados de una forma digna; en cambio no quiso opinar si estaba a favor o en contra de que se sacara a Franco de la basílica de El Valle de los Caídos. Dijo, textualmente: «No tengo ninguna opinión», y con esto quizá quería demostrar claramente que no quería inmiscuirse en los asuntos del estado español.

Fue muy diplomático también cuando se le preguntó por personajes públicos tan polémicos como Donald Trump o Nicolás Maduro. Aquí se extremó su prudencia, indicando —lo cual es cierto— que no se debe juzgar a una persona por haber hablado con ella sólo cuarenta minutos.

Pero aún quedaron muchas cuestiones en el tintero: El tema del sacerdocio femenino, la eutanasia, el del matrimonio de los sacerdotes, el problema del colectivo LGBTI en muchos países, y otros muchos que no se tocaron.

Sin embargo, creo que en conjunto fue una entrevista muy interesante, una entrevista que a cualquier periodista le hubiese gustado hacer, que nos rebeló a un papa muy humano, muy comprometido con todos los problemas que existen en la actualidad, un papa al que le gustaría, seguramente, hacer mucho más de lo que hace, y que, aunque no se sienta presionado por la cúpula del Vaticano (eso dijo), tampoco —creo— que pueda interferir en ella y en su conservadurismo de una forma directa. Muchos dicen que es un papa revolucionario, otros que no hace nada extraordinario, sin embargo, creo que es un papa de su tiempo que puede influir mucho para que las cosas negativas que existen en el Vaticano y en el mundo empiecen a recorrer un camino diferente.

Francisco es el papa número 266 de la historia de la Iglesia católica y, según las profecías de san Malaquías, éste será el último papa que gobierne en el Vaticano. Después de él «será destruida la ciudad de las siete colinas, y el Juez Supremo juzgará al mundo». Veremos lo que el futuro nos aguarda sobre él y sobre el devenir del mundo; y esperemos que no sea tan dramático como Malaquías profetizó.


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